- Quim, ¡grupos de manifestantes están quemando contenedores en las calles de las principales ciudades de Catalunya!
- Rápido, consígueme una lata de gasolina y llama al conseller de interior para que envíe a los mossos.
- Pero Quim, tienes que ser más sutil, no puedes mostrar tan a las claras que juegas a dos bandas.
- Tienes razón, pero es que tengo el corazón partío. ¿Tú crees que se pueden amar dos causas a la vez, sin estar loco?
- Yo de música española no entiendo, ya lo sabes. Pero sé que si sigues así vas a conseguir que te rechacen en los dos lados.
- Qué díficil es todo. Carles nunca me dijo que ser president exigía tomar tantas decisiones. ¡Con lo bien que estaba yo acumulando libros en casa para cobrar las subvenciones y escribiendo artículos sobre la importancia de la raza en el tamaño de los cerebros!
- Pero Quim, ya sabes que Carles te escogió porque fuiste el único que le juró fidelidad eterna y ahora no te puedes rendir. Catalunya te necesita, eres la luz que ilumina su camino hasta el regreso del rey Arturo.
- ¡Maldito Mas, siempre acechando, noto su presencia en cada rincón del Palau!
- No hombre, no me refiero a Artur Mas, era una frase de las leyendas artúricas, que parece mentira que leas tanto y proceses tan poco. Yo me refería a Carles, el auténtico president.
- Mañana mismo le devolvía el cargo sin ningún pesar. Pero volvamos a lo que nos ocupa. ¿Qué digo, qué hago, cómo salgo de este pozo que yo he ayudado a cavar?
- Serenémonos. A ver, tú, como autoridad que eres, debes condenar los altercados y debes dar apoyo a tu policía, a esa misma policía que tanto alabaste el 1 de octubre. Pero, por otro lado, no olvides que eres el president de dos millones de catalanes...
- ¿Pero no eran siete millones y medio?
- ¡Ay Quim!, no dejas nunca de sorprenderme. La cuestión es que esos dos millones esperan de ti que los apoyes sin condiciones, así que al tiempo que alabas la tarea de los mossos debes criticar la dureza con la que actúan.  
- ¿Y cómo demonios se hace eso?
- Pues con alevosía y nocturnidad. Te escribo cuatro frases que digan una cosa y la contraria y se las sueltas pasadas las doce de la noche, para que se enteren los menos posibles, pero que no te puedan decir que no has dicho nada.
- No sé, no lo veo nada claro y, además, ya sabes que a mí no me gusta trasnochar.
- La causa merece el sacrificio. Entre las frases te incluiré que somos un movimiento completamente pacífico y que los violentos son infiltrados.
- ¿Y lo son?
- Y yo que sé Quim, eso no es lo importante ahora.
- Pero, digo yo, si soy el president de la Generalitat, aunque sea como interino, antes de decir algo así ¿no debería aportar alguna prueba?
- Tú lo dejas caer y punto. Pero como no estamos seguros y no queremos que se nos mosqueen los CDR's, al tiempo que dices esto, pides la pronta recuperación de los heridos en las trifulcas y anuncias que se investigará la actuación policial.
- ¿Pido que se investigue a los mossos por haber golpeado a los violentos, que, además, aseguro que son infiltrados? Ay, yo me estoy haciendo un lío. Me duele la cabeza. Quiero irme a mi casa. ¡Secretario!, llame al chófer, me voy para casa.
- En seguida president. ¿Está solo?, me ha parecido que discutía usted con alguien, tiene mala cara ¿se encuentra bien?
- Fatal, me encuentro fatal y muy bien al mismo tiempo. Es difícil de explicar.