Los bosques primarios, aquellos que pueblan el planeta desde hace más tiempo y todavía no han sido modificados por la acción humana, son el mayor laboratorio bioquímico del mundo. En estas recónditas arboledas se originan la mayoría de las condiciones esenciales para nuestra existencia y la del resto de seres vivos que pueblan la Tierra.

Pero además de ser los mayores artífices de la biodiversidad terrestre y de resultar determinantes para el mantenimiento y la conservación de la biosfera, los bosques primarios tienen un interés del todo práctico para el desarrollo humano.

El estudio de la flora de los bosques tropicales y la aplicación de la información obtenida en ellos, ha permitido en los últimos años la elaboración de algunos de los fármacos más eficaces en la lucha contra las principales enfermedades.

Uno de cada cuatro fármacos actuales está elaborado a partir del material biológico procedente de los bosques antiguos. Los laboratorios de los países occidentales importan cada año miles de toneladas de material vegetal procedente de las arboledas más relictas del planeta para investigar sus propiedades medicinales.

Solo hemos analizado las propiedades medicinales de menos del 1% de las plantas que viven en el interior de las selvas más profundas y des bosques innaccesibles

Pero todavía estamos en los albores de su conocimiento. Según algunos informes científicos, solo hemos analizado las propiedades medicinales de menos del 1% de las plantas que viven en el interior de las selvas más profundas y del resto de los bosques más innaccesibles del planeta: aquellos que se encuentran en su estado primitivo.

De hecho, son muchos los científicos que creen que las respuestas médicas a las enfermedades más graves que nos aquejan y las que nos permitirán afrontar aquellas que todavía están por aparecer están en el bosque, donde ya hemos identificado, por ejemplo, más de 1.400 plantas con propiedades anticancerígenas.

Por todo ello, y mucho más allá de cuestiones conservacionistas, ecologistas o culturales, los bosques primarios del planeta deben ser protegidos porque son nuestro mejor aliado contra las enfermedades.

Actualmente, y según un estudio publicado en la prestigiosa revista de biogeografía “Diversity and Distributions”, el continente europeo conserva alrededor de un millón y medio de hectáreas de bosques primarios repartidas en treinta y dos países, lo que supone apenas un 0,25% de su superficie media.

Finlandia es el país que acoge la mayor parte de esos bosques: casi un millón de hectáreas, seguido de Noruega con cien mil. España se halla exactamente a la mitad de la clasificación, ocupando el puesto dieciseisavo con casi siete mil hectáreas de bosques antiguos, localizados fundamentalmente en los valles mejor guardados de los Pirineos y la Cordillera Cantábrica.

Conservar ese rico patrimonio forestal es el mejor legado que podemos dejar a las generaciones venideras, y no solo por su belleza y su alto valor ecológico, sino porque tal vez en ellos se esconda la solución a las enfermedades futuras.