Uno de los mejores recuerdos que conservo de mi padre es sentado en el sofá de casa, leyendo el Ya. Que ahora puede sonar un poco facha, la verdad. Pero él lo hacía porque mi abuelo aseguraba que era un periódico "socialistoide". Se lo leía entero, de pe a pa. Excepto la sección de Economía, que aseguraba que le parecía un tostón, porque no entendía nada. Luego sacaba el boli y hacía el crucigrama con su letra de hormiga. A veces me pregunto cuánta culpa más que Lou Grant tiene él de que yo eligiese como vocación el periodismo. Hasta qué punto, verlo ahí día tras día, parapetado tras las hojas enormes, socavó mi subconsciente. Quizá no.

Por casualidades de la vida, fue esa redacción la primera en la que puse los pies, cuando era solo un universitario que no sabía que no sabía. El bueno de Francisco Muro tuvo a bien recibirme y dedicarme palabras de ánimo, que era lo único que podía ofrecerme.

Esta obsesión que es el periodismo me ha hecho reír y sufrir mucho desde entonces. Me ha imposibilitado ver o escuchar un informativo sin enfadarme, leer un periódico sin jurar en hebreo. Me duele la prensa, me digo, parafraseando a Unamuno.

El caso es que, en los últimos tiempos, nuestros corazoncitos de tribuletes se han encogido en más de una ocasión por las malas noticias que afectan a nuestro sector. Han desaparecido cabeceras [entre ellas, la del propio Ya]. Pero también es cierto que han nacido otras. Han disparado y ejecutado a compañeros. Otros han sido condenados a un ostracismo inmerecido.

Por eso, cuando de entre todos ellos, uno [sea el que sea] se levanta otra vez y dice que la guardia lucha, pero no se rinde; me sale una sonrisa. Cada vez que un medio de comunicación no cierra, cada día que publica una nueva edición, cada vez que actualiza la web, en cada ocasión en que el piloto rojo se enciende, echamos una palada más de tierra al dique que construimos contra la mentira y en defensa de la libertad de expresión, que es la base de todas las libertades. Como los niños de Le marie de le couiffeuse [o El marido de la peluquera, como prefieran ustedes], trazamos una línea en el suelo y decimos: de aquí no pasan. Aunque tengamos que ir a buscar una excavadora, que las tenemos [muchas veces guardadas en el cajón, porque sabemos que es peor el remedio que la enfermedad].

Hoy, ELPLURAL.COM lo ha hecho. Hoy, 23F, ha decidido levantarse más aún para contar las cosas como se ven desde su redacción. Y podrán ustedes estar de acuerdo con esa visión o no, pero eso no significa que su esfuerzo no merezca el mayor aplauso. Hoy, ELPLURAL.COM ha echado su propia palada de tierra para garantizar que quienes quieran criticarlo, puedan hacerlo. Porque de eso va la democracia. De eso va el periodismo. Hoy, mi padre hubiera cambiado su Ya por ELPLURAL.COM, aunque fuese solo por un día.

Hoy, como hacía mucho tiempo, los que sentimos esta pasión por contar historias, los que seguimos creyendo que el periodismo es la base de la libertad, sonreímos con razón. Y yo, desde aquí, le doy las gracias a Enric Sopena y todo su equipo por no dejar de soñar y ennoblecer esta vocación nuestra.

Para la libertad Miguel Hernández

Para la libertad sangro, lucho, pervivo.
Para la libertad, mis ojos y mis manos,
como un árbol carnal, generoso y cautivo,
doy a los cirujanos.

Para la libertad siento más corazones
que arenas en mi pecho: dan espumas mis venas,
y entro en los hospitales, y entro en los algodones
como en las azucenas.

Para la libertad me desprendo a balazos
de los que han revolcado su estatua por el lodo.
Y me desprendo a golpes de mis pies, de mis brazos,
de mi casa, de todo.

Porque donde unas cuencas vacías amanezcan,
ella pondrá dos piedras de futura mirada
y hará que nuevos brazos y nuevas piernas crezcan
en la carne talada.

Retoñarán aladas de savia sin otoño
reliquias de mi cuerpo que pierdo en cada herida.
Porque soy como el árbol talado, que retoño:
porque aún tengo la vida.