La homosexualidad no es pecado, la homofobia sí. Este principio básico es el que nunca ha pasado por el armario de la ética y la conciencia de monseñor Reig Pla, obispo de la diócesis madrileña de Alcalá de Henares, cuya triste fama de fundamentalista, intolerante y martillo de herejes es aplaudida con deleite por elementos de muy extrema derecha como Vox o su fiel escudero Hazte oír, que consideran al prelado como un paladín de rancios valores a preservar.

Reig Pla no se limita a decir barbaridades desde el púlpito, sino que siempre va un pasito más allá. En particular, ahora, dos asociaciones denuncian ante la Comunidad de Madrid que el obispado no es ajeno a ciertos “cursos” terapéuticos, que prometen reintegrar a la "normalidad" a las personas LGTBI. Y se publican datos señalando que tales prácticas se han realizado en aquellas diócesis por las que el obispo ha ido pasando.

Esa iglesia minusvalora a la mujer, rechaza “la malicia de la anticoncepción”, que “reduce la unión conyugal a los simples deseos de los cónyuges”

Una normalidad, que en razón de lo que vamos viendo, se enclava en el pensamiento de la iglesia profunda, y se basa en una serie de parámetros que dan miedo. En ese mundo eclesiástico tan particular, no se protege a los niños, como ordenó Jesús, sino que se usa y abusa de ellos desde la impunidad para gozo de curas desalmados, arropados por la complicidad de sus colegas y superiores, que miran para otro lado para desesperación del buen Papa Francisco.

Esa iglesia minusvalora a la mujer, rechaza “la malicia de la anticoncepción”, que “reduce la unión conyugal a los simples deseos de los cónyuges”, como expresó el obispo en la misa del último domingo del año, retransmitida para todo España por la 2 de TVE, y es feroz detractora del derecho al aborto, el “holocausto silencioso”, que dice Reig Pla.

Desde esa óptica, los pobres se convierten en un bien necesario para tranquilizar mediante la caridad a los ricos, que pueden comulgar en paz con la satisfacción de haber asistido con unas monedas a quienes lo necesitan. Pero solo a los de casa, a los otros no, pues no hay más que recordar el pensamiento del obispo de Alcalá sobre quienes se ven obligados a abandonar su país:  "¿Esta invasión de refugiados es del todo trigo limpio?”, se preguntaba en 2105. 

En ese lugar especial en que se alojan Pla y los suyos, el dictador camina aún bajo palio y se suspira por recuperar las esencias de la unidad de España, el bien moral que tanto necesita esta sociedad.

Niega el Obispado de Alcalá la existencia de cursos para curar a desviados sexuales, si bien destaca que no renuncia a recoger y a acompañar a quien así lo solicite, lo cual no deja de ser significativo. La Comunidad de Madrid ha abierto una investigación y se prodigan testimonios de afectados por tales hechos. 

Impertérrito, el obispo Reig Pla avanza en su camino hacia la involución, arrastrando a los fieles y dejando a muchos afectados por el camino. Pero en este asunto de la sexualidad, alguien debería recordarle que además de pecado, la homofobia es delito.

Enric Sopena es Presidente Ad Meritum y fundador de ElPlural.com