Fernando Simón culpabiliza a los ciudadanos del aumento de contagios tras las fiestas navideñas. Según el director de emergencias del Gobierno, la irresponsabilidad de algunos ha llevado al mal de muchos. Más por su tono que por sus palabras, el doctor Simón nos deja entrever que era algo que sabía que iba a suceder. Cuando se le pregunta por la inacción del Gobierno, se escuda en que son las comunidades autónomas las que tienen las competencias.

De su argumentación se deduce que Fernando Simón, y con él el Gobierno central, estaban convencidos de que las medidas que habían tomado los gobiernos autonómicos eran insuficientes y dejaban en manos de los ciudadanos la responsabilidad de sus acciones. En una sociedad madura, y no me refiero sólo a la española sino, como mínimo, a la occidental, lo vivido este último año debería ser suficiente como para haber tomado conciencia del riesgo que supone el incumplimiento de las normas de seguridad que todos, absolutamente todos, conocemos. Pero no ha sido así.

Pero, ¿cómo pedir responsabilidad a los ciudadanos cuando muchos de sus mandatarios se comportan como si aún no hubieran superado la pubertad? Cuando Díaz Ayuso se despertó casi 48 horas después de que empezara la histórica nevada sobre Madrid y pidió a los ciudadanos de la comunidad que no salieran de sus casas salvo por motivos de extrema necesidad, su novio estaba practicando snowboard por las calles de la capital.  

Quim Torra, extinto president de la Generalitat por mandato judicial,  no pasa un día sin criticar la falta de rigor en la lucha contra el Covid del gobierno que el presidía hasta hace unas semanas y que tanto éxito tuvo, especialmente en las residencias de ancianos, durante la primera ola de la pandemia. Un niño que se ríe del equipo donde no lo dejan jugar.

El presidente de  Extremadura, Fernández Vara, en vez de reconocer que el plan de vacunación de su gobierno ha sido hasta ahora un desastre, se escuda, como un niño que no ha hecho los deberes, en que en realidad se ha retrasado porque él es una persona muy prudente y antes de vacunar a los extemeños, quería ver como les sentaba la vacuna al resto de los españoles.

Niños malcriados, reflejo de una sociedad marcada por el acné, que no tolera la frustración y necesitada de la satisfacción inmediata. Evidentemente, en nuestra sociedad hay personas maduras, bien preparadas, que son ejemplo para muchos, pero no suelen ganar las elecciones.