Eso es así, y sólo por ello se merece el respeto de amplios sectores de la ciudadanía de esa Comunidad y, en general, del conjunto de los españoles. Él se describe a sí mismo como un “moderado”. Durante años, su moderación electoral le ha llevado a predicar a favor de  que los socialistas pescaran en los caladeros de votos conservadores. Pero su diagnóstico no ha sido correspondido, a menudo, por la realidad. El voto socialista de 2004 fue reforzado, desde luego, mucho más desde la izquierda que desde la derecha.

En pleno naufragio
Algo parecido ocurrió en 2008, cuando el PSOE estuvo a muy pocos metros de la meta, pero no consiguió la mayoría absoluta. Y en las elecciones del 20-N han sido los indignados –que antes muchos habían sido votantes del PSOE- los que abandonaron el barco en pleno naufragio. Acusaban al Gobierno Zapatero de no haber sido coherente y de haberse pasado a promover políticas neoliberales frente a la crisis. No les faltaba razón, al menos a primera vista.

La puntilla
Los cinco millones de parados fueron la puntilla. La gente exigía un giro a la izquierda y, de este modo, la debacle se vino encima en las catalanas –hace exactamente un año-, en las municipales y autonómicas de mayo y en los comicios del día 20 de noviembre del año en curso. 2011 está siendo, pues, el año de la venganza de la ciudadanía contra el PSOE, aunque casi siete millones de votantes fieles son una cifra para mantener la esperanza  del futuro.

Peligro siempre
Volviendo a Bono, otra de sus aportaciones de ahora consiste en no dar paso a un secretario general “dogmático”. Tampoco le falta la razón en este capítulo. El dogmatismo es peligroso siempre, tanto en la vida cotidiana como en la política y, por supuesto, en la religión. Sin embargo, Bono antes de referirse a esta cuestión tendría que haberse dado cuenta que una de sus características es la tendencia al dogmatismo.

Todo el derecho
Bono se aferra a España como si nuestro país  fuera un dogma, pide que se la defienda “sin complejos” –dos palabras que, por cierto, acostumbra a utilizar Aznar- y proclama que al elegido o elegida líder del partido “no le dé vergüenza gritar ¡Viva España!”. En la dimensión nacionalista, Bono se asemeja cada vez más a un nacionalista español. Al respecto, tenemos que decir, desde ELPLURAL.COM, que ciertamente tiene todo el derecho a manifestar lo que piensa, como lo hacen los nacionalistas vascos, gallegos y catalanes, básicamente.

Incluyentes y excluyentes
Pero hay nacionalismos incluyentes y otros que son excluyentes. Los excluyentes, todos, tienden a ser inquietantes y en ocasiones se convierten en un riesgo muy alto de xenofobia. Pero mezclar -como Bono hace con frecuencia- el nacionalismo periférico con sentimientos, lenguas y culturas catalanas, gallegas o vascas sólo contribuye a malos rollos y a relaciones tirantes entre unos y otros.

Ninguna urticaria
Carme Chacón, siendo ministra de Defensa –como lo fue Bono-, ha gritado a menudo y ante las tropas españolas “¡Viva España!” Y, sin duda, tampoco parece que le produzca ninguna urticaria el “¡Viva España!” a Alfredo Pérez Rubalcaba. Bono se está equivocando. Le rogaríamos que no echara más leña al fuego de las tensiones. ¿Por qué no analiza los vínculos que señalan hacia la España plural o, si se prefiere, la España autonómica o la España federal?

O al revés
Somos muchos los que nos sentimos catalanes y, en paralelo, españoles. O al revés. Chacón es un ejemplo más en este sentido. Si apuntaba Bono a ella –la mayoría de los observadores así lo han interpretado- se ha vuelto a equivocar. Le aconsejamos que se modere y que no convierta un “¡Viva España!” en un dogma de fe. A España no se la fortifica, señor Bono, con dogmas –eso es para el PP y no para los progresistas- y sí defendiendo ante los mercados y las agencias de calificación las libertades y la cohesión social. En la actualidad tan maltrechas.  

Enric Sopena es director de ELPLURAL.COM