Es bastante probable que la Conferencia Episcopal no se esperara la dura respuesta del ministro Félix Bolaños a su petición de adelanto electoral, aprovechando la fuerte corriente populista del momento. En su carta, el titular de Presidencia, Justicia y Relaciones con las Cortes señala que los obispos han abandonado la neutralidad política y el respeto institucional al pedir elecciones anticipadas, alineándose con los argumentos y demandas de los principales partidos de la oposición, especialmente PP y Vox. El ministro recuerda que no es la primera vez que la Iglesia mantiene una “comunión espiritual y política” con los partidos de derecha y ultraderecha, recordando manifestaciones conjuntas en el pasado contra derechos como el matrimonio igualitario o el aborto.

El rapapolvo del ministro pasa también por la crítica al silencio ante la corrupción del PP o la sospecha de que la Iglesia podría desear un cambio de Gobierno para evitar o facilitar debates sobre la reparación a víctimas de abusos en la Iglesia o la prohibición de las terapias de conversión LGTBI.

Celebro que Bolaños haya puesto pie en pared ante esa salida de tono episcopal, pero también sería bueno que el PSOE, en su totalidad, entendiera que la Iglesia apunta siempre a la derecha, como ha demostrado históricamente; mientras que miles y miles de cargos públicos del partido se afanan en defender y propiciar manifestaciones eclesiásticas que, a la vista está, no responden al pensamiento de la izquierda.

Ver a militantes socialistas de prestigio, trabajadores que se han batido el cobre, vestidos con chaqué y sombrero de copa en la procesión del Corpus Christi de Sevilla o Granada, es poco recomendable para los tiempos que vivimos y plenamente contradictorio. Desde el máximo respeto a la religiosidad popular y a sus múltiples expresiones, no hay que olvidar que España no es un país católico y que hay muchas otras expresiones espirituales que merecen el máximo respeto y están guardadas en el último cajón por parte de las administraciones, entre ellas algunas socialistas.

Los datos nos dicen que un 17% de la población acude con frecuencia a Misa y que no más del 19% de las parejas que deciden contraer matrimonio lo hacen delante de un sacerdote. Datos ciertamente escasos, que contrastan con la colonización de las ciudades durante muchos días, a expensas de la caja que hace el sector hostelero y a costa del dineral que se gastan los ayuntamientos en horas extra para sus policías locales y servicios de limpieza.

Suma y sigue. Esta misma semana, el Gobierno Andaluz ha decidido aumentar el horario lectivo de las clases de Religión en el segundo ciclo de Educación Infantil (de 3 a 6 años) y lo ha hecho a través de una nota interna, sin orden formal ni argumentación normativa detallada. Los sindicatos señalan que la medida rompe con el principio de laicidad y limita la autonomía pedagógica de los centros. Con la Iglesia hemos topado, Sancho; y con un Partido Popular que también quiere apropiarse de ese bien intangible que es la religiosidad popular.

Así que yo espero que esos alcaldes y concejales socialistas que gastan más dinero en celebraciones religiosas que en actos culturales, entiendan que están arrimando el ascua a los partidos conservadores. También les diría que todas esas fotos que se hacen portando varas y estandartes y publican con entusiasmo en sus redes deberían compensarse con muchas otras apoyando actividades culturales que, normalmente, emanan de la sociedad civil, que necesita mucho más que bandas de música en la calle, con atuendo militar, acompañando a cristos y vírgenes.

La propia Iglesia debe estar atenta a este vicio incorregible de favorecer más y más procesiones, con el gasto de dinero público que supone. Porque esos mismos fieles que aclaman las imágenes luego no atienden sus sermones del pasado. Terminan el día brindando con una cervecita fresca. Y hasta el año que viene.

Nota final.- Soy consciente de que hay católicos comprometidos que quisieran reseñarme el ejemplo diario que miles de ellos dan de entrega a los demás. No hace falta que me lo recuerden. Un aplauso para todos ellos.

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