La Asamblea Nacional Constituyente promovida por Nicolás Maduro con el objeto de, en mitad de legislatura, reemplazar la existente, será -caso de cumplir su objetivo- una Cámara parcialmente democrática; no ya por las dudas respecto al número y sentido del voto activo (difícilmente lo llegaremos a saber), sí y por principio respecto del pasivo, ya que los Diputados elegidos cubrirán sólo una parte de los escaños: casi otros tantos tendrán un origen que el Presidente ha calificado como “sectorial”.

En efecto, 173 de sus ocupantes lo serán, no por voto directo, sino por pertenencia a diversos entes, bien “cuerpos”-supongo profesionales-, bien “corporaciones”-supongo de sociedad civil-, bien –así se dice oficialmente- los “de ámbito sectorial”.

La composición de este último es curiosa, a veces regocijante: la ley enumera estudiantes, campesinos, pescadores, empresarios, discapacitados, pensionistas, consejos comunales y, sobre todo, “sindicatos y gremios”.

Lo primero a preguntarse es si a los campesinos y pescadores les está vedado sindicarse, y si a los discapacitados -atendida la gravedad de su respetable situación- toca participar por sí o representados y, más aún, si a los gremios clásicos habrá que añadir los cada día nacientes y crecientes “teleoperadores”, “start-up Officers”, etc….

No dudemos, Maduro vuelve al corporativismo de que, allá por los albores del siglo XX y épocas sucesivas, se valió la Derecha más reaccionaria basándose –por cierto, con trampa- en antecedentes tales el krausismo o la doctrina social de la Iglesia derivada de la Rerum Novarum y la Quadragesimo Anno. (Con trampa, porque el krausismo no pasó de valorar las asociaciones libres, pero nunca intentó injertarlas en el decisionismo político, ni las Encíclicas, cuyo temor al sindicalismo radical no pasó de promover el asociacionismo dentro de un clima que los listos de hoy llamarían “buenismo”, pero tampoco en su letra aparece propuesta alguna de tipo político constitucional).

No dudemos, Maduro vuelve al corporativismo de que, allá por los albores del siglo XX y épocas sucesivas, se valió la Derecha

Como es bien sabido, incumbe al fascismo italiano valerse de esos datos para establecer el régimen que, tras un pseudo socialismo de corta tirada, inordina todo tipo de fuerza social, del obrero al empresario -terratenientes y especuladore inside- a la voluntad del Jefe cuyo origen de poder no obedece sino a algún designio inescrutable: Dios, historia, permiso mudo dinástico de los Saboya a favor del Duce, etc.

Para España, consecuencia de la rebelión militar del 36 y consolidación del régimen dictatorial siguiente, la tarea no es difícil: desmantelados, frecuentemente con sangre, los sindicatos de clase, insertos en el “sindicato” hasta los antiguos patrones nada reacios a ello en cuanto garantiza su predominio, conocido -¡cómo no, la ayuda de Mussolini posibilitó la rebelión!- el entramado italiano del momento, se acude a un corporativismo a la española en el cual los súbditos quedan amparados bajo una trinidad mayestática: “Familia”,“Municipio” y “Sindicato” (éste de tipo vertical, empleador y empleado son lo mismo). Todos a una.

Como es lógico, dentro de esa estructura corporativista y aún a pesar de que en el interior de cada una de sus columnas maestras se den votaciones más o menos ficticias, el resultado es que la ausencia de un voto secreto e indiferenciado de ciudadanos y ciudadanas en pro del ejercicio del poder, da a la voluntad del dictador todas las posibilidades de adornarse de lo “orgánico” para decidir a la brava lo que se le antoja.

Y aunque las épocas sean distintas y se den diferencias entre las ideologías de los dictadores de entonces (Mussolini, Franco, Oliveira, otra cosa y más grave es Hitler) y la del “¡presidente, presidente!” venezolano, aquéllos decididamente pro-capitalistas, éste presuntamente igualitarista, lo cierto es que esos armazones orgánicos y su plasmación en una Asamblea Legislativa no tienen otro objeto que el de vetar la voluntad popular.

Ya que esa voluntad no se manifiesta sino a través del voto individual, periódico y secreto en favor de candidaturas presentadas por los partidos políticos, los que en una Cámara legislativa debaten y votan -en representación, no de sectores, sino de la ciudadanía en su conjunto- lo más atinente a aquel voto originario, que en las próximas elecciones puede cambiar y consecuentemente revocar el mandato antes concedido.

A tal sistema le llaman Democracia (sin apellidos), siempre sujeto a mejoras, pero a salvo de golpes como el que a España propinó Francisco Franco o el que deseamos no vaya Madurando en el seno de nuestro país hermano.