Imposible saber con total certeza si Macarena Olona está enferma o está solo enfermita, aunque lo primero, sin ser del todo verosímil, es mucho más probable que lo segundo. Enferma real o enferma imaginaria, su anuncio de que hará en los próximos días un tramo del Camino de Santiago, con invitación incluida a cuantos peregrinos quieran acompañarla, ha desconcertado a sus antiguos camaradas de Vox y multiplicado las dudas sobre la naturaleza, el alcance y aun la verosimilitud de su dolencia.

Ni siquiera sus adversarios más intransigentes desean que Olona esté gravemente enferma, pero tampoco sus seguidores más francos pueden desembarazarse de las dudas que los asaltan sobre esa misteriosa enfermedad que no le permite de ningún modo seguir en política pero sí  recorrer a pie los 130 kilómetros que separan Sarria de Santiago.

En algunas informaciones se sugiere que Olona ha tenido episodios de ansiedad que desaconsejaban su permanencia en una actividad sometida a tanto estrés como la política. Pero si la exdirigente ultra sufre un cuadro clínico de ansiedad no se adivina por qué razón habría de ocultarlo tan celosamente no ya a la opinión pública en general, sino a los cerca de medio millón de andaluces que le otorgaron su confianza el pasado 19 de junio. Muy pocas enfermedades están señaladas socialmente como ignominiosas, pero entre ellas no figura desde luego la ansiedad o la depresión.

Las sospechas sobre la enfermedad de Olona -coincidente con su amarga decepción por el resultado electoral del 19-J y con el cuestionamiento de su figura dentro del partido- se disparan cuando la dolencia se vincula al estado de ánimo. Es cierto que un cuadro agudo de ansiedad es una enfermedad demoledora, pero también lo es que las bajas médicas por este motivo suelen ser el coladero preferido de ciertos colectivos, preferiblemente funcionarios, para pillarse un descanso retribuido, presionar a sus patronos o encubrir huelgas no de derecho pero sí de hecho.

Entre los muchos casos de ansiedad ficticia rescatamos este del 27 de mayo de 2009, publicado en Diario de Sevilla: "El Ayuntamiento de la localidad sevillana de San Juan de Aznalfarache -decía la noticia- ha reclamado a la Consejería de Salud que inspeccione el 'proceso de incapacidad temporal' que padecen 23 de los 25 miembros del Cuerpo de Policía Local al haber solicitado su baja laboral alegando 'ansiedad o estrés' en el 90% de los casos, extremo que el Sindicato Profesional de Policías Municipales de España (Sppme) atribuye a los "insoportables" turnos de trabajo".

Las sospechas sobre la enfermedad de Olona persistirán mientras ella no se decida a revelar algún dato que, sin violentar su derecho a la intimidad, dé al relato de su renuncia a la política la verosimilitud que hoy no tiene. Habrá seguidores de Vox que no acaben de creerla, pero es seguro que la inmensa mayoría de los 493.000 andaluces que la votaron el 19 de junio quieren creerla, si bien, como el apóstol Tomás ante las llagas de Cristo, se sentirían más tranquilos si pudieran tener alguna prueba fehaciente de que su idolatrada Olona ha dejado súbitamente la política porque está enferma y no porque está resentida, decepcionada o simplemente indignada con las decenas de miles de andaluces traidorcetes y blandorros que en las encuestas juraban que iban a votarla y finalmente se rajaron para darle su papeleta a un flojo medio socialista como Juan Manuel Moreno.

Tampoco cabe estar del todo seguro de las intenciones de Olona al ofrecerse a costear el trayecto a los peregrinos que deseen hacerlo con ella pero no cuentan con los recursos económicos necesarios. Hacer el tramo desde Sarria cuesta unos 400 euros, tirando por lo alto: no es mucho dinero, pero el sueldo de 8.500 euracos brutos mensuales que Olona percibía del Congreso le permitirían costear el viaje sin apuros a esos 10, 20 o 30 peregrinos milagrosamente ultras pese a ser pobres que solicitaran acompañarla.

La gente hace el Camino por muchas razones, pero la mayoría de ellas están relacionadas de un modo u otro con la fe, y la fe es un sentimiento que suele preferir la discreción o el silencio. El hecho de que, algo impúdicamente, Olona haya dado a su proyecto de hacer el Camino la publicidad que le ha dado informando del mismo en su cuenta de Twitter -casi 400.000 seguidores- no pone bajo sospecha la sinceridad de su fe pero sí la de sus intenciones.