Ahora no se trata ya de aquella tristemente célebre Brunete mediática que a principios de los años 90 del siglo pasado conspiró no sólo para desalojar del poder a Felipe González sino de poner en jaque al conjunto de nuestro sistema democrático. Ahora se trata de una auténtica caverna mediática que emponzoña la convivencia ordenada y pacífica de nuestra sociedad a través de una extensa red de medios de comunicación de todo tipo, que abarca desde la prensa impresa hasta la digital pero que tiene particular incidencia en los medios audiovisuales, tanto en radio como en televisión.

El periodista José María Izquierdo, que fue director adjunto de El País y ahora sigue colaborando en dicho periódico, ha publicado recientemente un libro –“Los cornetas del Apocalipsis” (La Hoja del Monte)- en el que recoge una suerte de antología de las principales “animaladas” publicadas por algunos de los más conspicuos representantes de este tipo de perversión del periodismo. La selección realizada por Izquierdo en su libro se centra sólo en una decena de articulistas –Alfonso Ussía, Carlos Dávila, Pío Moa, César Vidal, Federico Jiménez Losantos, Fernando Sánchez Dragó, Herman Tertsch, Juan Manuel de Prada, Antonio Burgos e Isabel San Sebastián-, pero sin duda podría extenderse a muchos nombres más no sólo de articulistas sino también a gran número de tertulianos y comentaristas e incluso a los directores de algunos medios de comunicación.

En su libro, José María Izquierdo retrata a estos diez sujetos a través de las palabras escritas y publicadas por ellos mismos, dejando por tanto que sean ellos quienes se autorretraten. Pero el propio Izquierdo les define también: Alfonso Ussía, “el señorito faltón”; Fernando Sánchez Dragó, “el taoísta vestido de azul”; Herman Tertsch, “un húsar con una tuba”; César Vidal, “el mártir del compás”; Antonio Burgos, “la gracia no se puede aguantar”; Juan Manuel De Prada, “a las trincheras con el reclinatorio”; Carlos Dávila, “el bocata de chicharrones”; Pío Moa, “el historiador de la casquería”, e Isabel San Sebastián, “un dulce y chirriante sobreagudo”.

Como bien dice José María Izquierdo, “conforman una olla podrida de difícil digestión intelectual”. Porque el suyo es un lenguaje basado en la desconsideración y el exabrupto, en el grito y el exabrupto, en el insulto y el desprecio, con un único objetivo final: la pura y simple aniquilación absoluta del adversario, si conviene mediante la utilización de la mentira, la calumnia o la creación y difusión de las más burdas teorías conspiratorias.

En palabras del propio Izquierdo, se trata de “un liberalismo recubierto de fascismo”, porque “no es que no acepta la izquierda, es que no acepta la derecha”. Son ellos los responsables directos del encanallamiento de la vida pública de nuestro país. Son ellos quienes hacen imposible el diálogo.