Vaya por delante que, para los que somos demócratas por encima de nuestras propias ideologías, el pueblo de Madrid ha votado y ha decidido darle el apoyo, aplastante, a la candidata del PP, Isabel Díaz Ayuso. Eso no quiere decir que me parezca ni lo mejor para la Comunidad de Madrid, ni para España, ni, desde luego, para la democracia. Adolf Hitler también llegó en primera instancia al poder con los votos de los alemanes, con un mensaje preñado de populismo, falso libertarismo identitario y racismo, y eso no lo hace bueno como la historia ha demostrado. Salvando las distancias, Ayuso está más cerca de Trump que de Hitler, como ha señalado toda la prensa internacional, eso no la hace menos peligrosa para la ciudadanía y para la sociedad del bienestar, ya precaria en la Comunidad por sus políticas y la de su partido durante cerca de 30 años. Los aires hitlerianos los encarna, sin bigote, su socia de VOX, Rocío Monasterio, a quien parece que va a nombrar, sin necesitarlo y contra lo que dijo, vicepresidenta, y a entregarle a su organización de extrema derecha la codiciada cartera de educación para poder implantar la anticonstitucional medida del “pin Parental”, según se comenta en los mentideros políticos de Madrid.

 La politología y la demoscopia están ahora, a toro pasado, buscando explicaciones al fenómeno y, en grandes rasgos, se ponen de acuerdo en que la presencia en la campaña de Pablo Iglesias, aunque movilizó a su electorado, también posicionó por animadversión a los contrarios e, incluso, puso en desbandada y a beneficio del voto al PP, a votantes tradicionales del centroizquierda del PSOE, ante la posibilidad de coalión con la formación morada. Esto unido a la imagen tibia del valioso candidato socialista, Ángel Gabilondo, más figura ministrable que para el lodazal de esta mediática y vocinglera campaña, además de la casi inadvertida oposición en la Asamblea madrileña, han hecho que el PSM vuelva a desinflarse en beneficio de la derecha y de la candidata Mónica García, de Más Madrid, que se ha convertido en jefa de la oposición madrileña después de dos años ejerciendo como tal.  La desintegración de Ciudadanos, con la lamentable huida de última hora de los arribistas de turno que quieren seguir viviendo del cuento, y la suplicante actitud de su candidato por ser admitido en el seno del gobierno de Madrid, a pesar de haber sido expulsado de él un mes antes, han conseguido la desaparición de la formación naranja del gobierno de la Comunidad.  Estos son, a grandes rasgos los errores que han ayudado a la inefable Ayuso a su arrolladora victoria, más otros elementos propios de su cosecha.

Ayuso tuvo la habilidad, populista, avezada en las redes sociales, bien de perros famosos, bien de políticos condenados, de convertir su causa en la causa de Madrid, y en causa general contra el presidente Pedro Sánchez. Sin serlo, el presidente entró al trapo y engordó su caldo, y cuando ya dio un paso atrás, era tarde. Primero de confrontación: no engordarás al cerdo del de enfrente. Esto hizo que, Ayuso, con una banalidad conceptual propia de un Teletubbi, enarbolara la bandera de una “libertad castiza”, que radica en haber tenido las terrazas y los bares de Madrid abiertos, aunque no les diera ni una sola ayuda directa, de atraer al turismo más cutre de toda Europa propagando el Covid en los momentos más duros, de no confinar cuando se desbordaban las tasas de todo el país, es decir, de importarle un pimiento la ciudadanía si le venía bien para su popularidad y su causa bélica contra el gobierno de España. Si alguna duda teníamos de esta banalidad de su concepto de libertad, vean de nuevo el lamentable discurso de Génova, la sede financiada con fondos en B, en el que llegó a decir que: “libertad es llevar una pulsera que dice libertad”. ¡Qué gran filósofa ha alumbrado nuestro tiempo! Mientras gana el elogio del procesado líder de ultraderecha italiano Salvini, por ejemplo, y la sorprendida hilaridad de la mayoría de los medios de comunicación del mundo entero, los madrileños tendrán que asumir, durante dos años, lo que han votado. Que les aproveche y, los que lo sufriremos sin haberla votado, lo llevemos como podamos.

El feble del señor Pablo Casado, líder de momento del PP hasta que se le ponga en el moño lo contrario a Díaz Ayuso, se ha sumado a la prostitución barata de la palabra “libertad”. Una libertad de saldo y pandereta.  Una palabra que resulta vacía en boca de los herederos de un partido fundado por miembros del aparato de la Dictadura franquista de la que siguen sin renegar. Para los que nos la hemos jugado, en medio mundo, y parece que en este patrio también por decir lo que creemos, esa palabra sagrada sigue siendo la tabla de la ley Cervantina, base de nuestro idioma y cultura. País Quijotesco este, aunque abunde mucho Sancho Panza, en el que tendremos que seguir pegándonos contra los molinos, que son gigantes de mentira: “La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad así como por la honra se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres”. Disfruten pues, madrileños, del cautiverio elegido, y que Dios reparta suerte. Yo recuerdo a mis maestros que se jugaron la vida por la libertad, y me da vergüenza ajena…