Durante los últimos días hemos asistido atónitos a unas revueltas en Londres que, en el momento de escribir estas líneas, no parecen tener una solución sencilla. Las fuerzas del orden parecen desbordadas, y las acciones violentas se extienden a otras ciudades inglesas con el peligro de convertir los disturbios iniciados en un barrio en una revuelta nacional a gran escala. Desde las autoridades se estaba rastreando Twitter y alguna otra red social para identificar a quienes alentasen a la violencia. Los usuarios de estas redes se comunican de forma pública, por lo que se hace más sencillo para la policía realizar seguimientos de usuarios y convocatorias, anticipando así la intervención de las unidades especiales a la llegada de los alborotadores. Consciente del problema, la masa muta sus tácticas y cambia de tercio. Según informan diversos medios de comunicaicón y blogs, gran parte de las comunicaciones que se han estado realizando para coordinar protestas y saqueos se han hecho a través de programas como Blackberry Messenger, mucho más complicado de rastrear que Twitter. Lo demás basta con dejarlo a la arbitrariedad del caos, para tener encima un enorme problema con peor solución.

Ni la tecnología, ni mucho menos Blackberry ni cualquier otra herramienta de comunicación, tienen culpa de nada en esta batalla campal en la que se ha convertido Londrés. No debería nadie aprovechar la coyuntura para atacar, de forma genérica, a redes sociales y demás herramientas de la web 2.0 tan desconocidas para el agorero como odiadas por ese mismo motivo. Un coche puede convertirse en un arma letal, y lo hemos comprobado en numerosas ocasiones, pero no tiene vida propia. No toma decisiones. No bebe. No pisa el acelerador. Somos las personas, los usuarios de las nuevas plataformas que la tecnología pone a nuestra disposición, los que tenemos que asumir la responsabilidad de hacer un uso razonable y honorable de las mismas. Sobre todo, porque hay muchos ahí fuera, al acecho, para aprovechar un titular asociado a las nuevas tecnologías que detalle una noticia negativa y convertirlo en un velo negro sobre esa evolución que nos ha permitido compartir, conversar y participar a unos niveles nunca conocidos.

Ion Antolín Llorente es periodista y blogger
En Twitter @ionantolin