Várcarcel ha disparado contra los más débiles. La chanza de los terratenientes y los oligarcas, durante  la Restauración y también durante el régimen franquista, consistía en repetir aquello de “al obrero y al gorrión, perdigón”. En 1980, el excelente Miguel Delibes, uno de los mejores escritores castellanos, escribió su novela Los santos inocentes. Sobre el texto de Delibes, el director de cine Mario Camus y actores inmortales como Alfredo Landa, Paco Rabal, Terela Pàvez o Juan Diego, la convirtieron en una película impresionante de crítica social sin tapujos.

Principios de los años 80
“Con esta actuación, el Servicio Murciano de Salud se ha retrotraído a principios de los años 80, antes de que aprobara por parte del Gobierno socialista la Ley General de Sanidad, cuando el derecho a la atención sanitaria pública iba ligado a las cotizaciones a la Seguridad Social; es decir, sólo tenían este derecho los trabajadores dados de alta en la Seguridad Social y sus familias”, según ha declarado  Teresa Rosique, responsable de Sanidad del Grupo socialista en el Parlamento de Murcia.

Los pobres, malhechores
La ofensiva de los que pretenden emular a Ronald Reagan y a Margaret Thatcher avanza por doquier. Partidarios de las doctrinas del liberalismo salvaje, cocidas por el profesor  Milton Friedman, muerto hace unos pocos años, son algunos de los que promovieron la crisis. Friedman fue profesor de la escuela de Chicago, abanderado de que se vaya reduciendo cada vez más el poder de los Estados y fan de regresar a la revolución industrial inglesa y de otros países, cuando los empresarios hacían de su capa un sayo, se enriquecían a espuertas y trataban a los obreros como si fueran malhechores sólo por el hecho de ser pobres. Los miserables de Víctor Hugo son otro retrato estremecedor de la Francia de mediados del siglo XIX.

Tiempos abominables
El retorno a tiempos  abominables se otea con cierta facilidad en el horizonte. El candidato republicano –de la derecha norteamericana- Newt Gingrich, aspira a ser el sucesor de Barack Obama. Gingrich es un veterano político. En el mandato del demócrata Bill Clinton fue el encargado de liquidar políticamente al presidente de EEUU, aprovechando el caso Lewinsky. Estuvo a punto de conseguir los objetivos de la derecha radical americana. Mientras se rasgaba las vestiduras por lo sucedido con Lewinsky, Gingrich no era precisamente un modelo de castidad. Presentó el programa electoral de los republicanos en el que, por cierto, se subrayaba “la protección a los niños”.

Fariseo ultramontano
Pues bien, en un acto electoral de las primarias, este fariseo ultramontano llamado Gingrich se manifestó el otro día favorable a que los niños mayores de 9 años  y de familias desfavorecidas trabajen. Semejante iniciativa, en sí misma repulsiva, le otorgó un subidón  de apoyos y de vítores de los republicanos. Las derechas son similares en EEUU y en países como España. No es la economía la que está en juego. Por encima de la economía debe estar siempre la dignidad humana. Esa dignidad -a la que refuerza mucho el Estado del Bienestar- enoja a segmentos de la sociedad que viven como dioses y les encanta el neoliberalismo. El liberalismo de “queremos menos Estado y sí más mercado”.

Enric Sopena es director de ELPLURAL.COM