Las colillas se han convertido en la primera fuente de basura mundial, uno de los residuos que más abunda en nuestra naturaleza. Se calcula que de los seis billones de cigarrillos que se fuman en todo el mundo cada año, las colillas de cuatro billones y medio acaban como residuo en la naturaleza. Un problema que se agrava durante las vacaciones de verano, cuando aumenta la presencia humana en entornos naturales.

Desde el proyecto Libera, impulsado por la organización conservacionista SEO/BirdLife en alianza con Ecoembes y dirigido a reducir el abandono de basura en la naturaleza y retirarla del entorno, alertandonos que las colillas son el residuo más habitual de los que están recogiendo en sus campañas de limpieza, seguido de las toallitas húmedas.

Las colillas contienen sustancias como cadmio, arsénico, alquitrán o tolueno que, al entrar en contacto con el agua, tiene efectos devastadores en la naturaleza, provocando que la calidad del agua se vea amenazada y se altere el ciclo ecológico de algunas especies marinas como moluscos, peces, reptiles y aves, que pueden resultar envenenados.

En el caso de los grandes cetáceos, la ingesta involuntaria de colillas es muy habitual y puede causar toxicidad directa, así como sensación de saciedad al inflarse las colillas dentro del estómago, lo que los puede conducir a la muerte por inanición.

Pero además de la toxicidad, la naturaleza también puede verse gravemente afectada por otros factores como los incendios provocados por las colillas mal apagadas o aquellas que se lanzan desde un vehículo en marcha. Un problema que se agrava en verano, ya que las altas temperaturas, el viento y la falta de lluvias acrecientan la posibilidad de que el matorral reseco arda al más mínimo contacto con la brasa de una colilla.

Desde Libera se apunta a la necesidad de avanzar hacia la prohibición de los filtros no biodegradables, pero mucho antes apelan a la colaboración de los fumadores para que sean conscientes de las graves consecuencias que tiene un gesto tan cotidiano como es tirar una colilla.

Para lograrlo, apelan al civismo antes que a la ecología, pues estamos ante una conducta social tan extendida y tan aceptada que para la mayoría de fumadores tirar una colilla al suelo, estén donde estén, es un hábito cotidiano al que no prestan ninguna atención.

Reconducir ese hábito, lograr que los fumadores hagan uso de los ceniceros y que, en todo caso, se hagan responsables de la gestión de sus colillas cuando están en un entorno donde no dispongan de ellos, es la única vía efectiva para atajar el grave problema que generan en el medio ambiente y lograr que dejen de ser el residuo más abundante del mundo.