Constituidas ya las nuevas Cortes surgidas de las elecciones generales del 28A, con dos socialistas catalanes, catalanistas y federalistas presidiéndolas -en el Congreso, la ministra Meritxell Batet, y en el Senado el filósofo y hasta ahora diputado Manuel Cruz-, la ya inminente nueva cita electoral del próximo domingo, con comicios europeos, municipales y autonómicos en una docena de comunidades, constituye una importante segunda vuelta que puede aclararnos algunas incertidumbres sobre la configuración del panorama político español de los próximos años. Entre otras razones, porque todo apunta a un futuro de estabilidad, sin que se avisten nuevas convocatorias electorales en los próximos años, exceptuando algunas comunidades autónomas, entre ellas Cataluña.

Si se confirman las encuestas conocidas hasta ahora, que a grandes trazos vienen a ratificar los resultados del 28A, el vuelco institucional y político será de gran trascendencia. La pérdida de poder político del PP puede ser notable, con Ciudadanos incluso superándole a pesar del previsible desplome de Vox. El PSOE, de la mano de UP y otros socios, va a ampliar de forma considerable su poder autonómico y municipal, así como en el Parlamento Europeo. No obstante, queda pendiente todavía la incógnita de Cataluña. Una incógnita sobre los por ahora inciertos resultados de las elecciones europeas en esta comunidad, pero que sin duda se centra en la batalla de los comicios municipales, en concreto en la ciudad de Barcelona.

Casi todo parece posible, hoy por hoy, respecto a quién será alcaldesa o alcalde de la capital catalana. Descartados en todos los sondeos tanto Manuel Valls de BCNCanvi-C’s, como Joaquim Forn de JxCat, Josep Bou del PP, Anna Saliente de las CUP y Jordi Graupera de BCapital- los dos o tres últimos, con escasas posibilidades incluso de salir elegidos concejales-, todas las encuestas apuntan a una batalla encarnizada entre Ernest Maragall, candidato de ERC, la actual alcaldesa Ada Colau, de BCNEn Comú, y Jaume Collboni, del PSC. Lo que hace solo pocas semanas parecía que iba a ser un paseo triunfal de Ernest Maragall hacia la alcaldía de Barcelona, o a lo sumo una batalla entre él y la alcaldesa Colau, cuenta cada vez más con un tercero en discordia, el socialista Collboni.

Lo que está en juego en Barcelona tiene gran importancia. La capital catalana no ha tenido nunca, en toda su historia, un alcalde que se proclame partidario de la secesión de Cataluña. Ernest Maragall podría serlo. Aunque ni por sus orígenes familiares, ideológicos y políticos este veterano político pudiera haber sido considerado, hace solo muy pocos años, no ya separatista sino ni tan siquiera nacionalista, lo cierto es que hoy se define de forma clara e inequívoca como independentista y, más aún, se ha comprometido, si llega a la alcaldía, a poner el Ayuntamiento de Barcelona al servicio de la causa secesionista, es de suponer que como capital de esa inexistente e irreal República Catalana de la que algunos siguen hablando. Habría que ver con qué apoyos contaría para ello y al mismo tiempo gobernar y gestionar un municipio como el de Barcelona, en el supuesto de ser el vencedor en las urnas el domingo próximo, ya que sus enfrentamientos con JxCat, las CUP y BCapital han sido incesantes, y por ahora parece que solo podría obtener apoyos de estas formaciones separatistas, a no ser que Ada Colau opte por apoyarle, en contra del criterio muy mayoritario de sus votantes, de gran número de los militantes de las formaciones integradas en BEn Comú y sobre todo de la dirección de UP, con Pablo Iglesias a la cabeza.

Lo que en modo alguno parece descartado, sobre todo según las encuestas más recientes, es un gobierno municipal de Barcelona progresista y de izquierdas, con Ada Colau o con Jaume Collboni en la alcaldía, con la oposición integrada por ERC y JxCat -y tal vez algún otro concejal separatista-, junto a un PP en proceso de extinción en Cataluña y un Manuel Valls que a buen seguro estará dispuesto a contribuir a la gobernabilidad de la capital catalana.