Isabel Díaz Ayuso se ha autoproclamado esta semana como la más firme defensora del derecho a la vida de los fetos de menos de 22 semanas. Pero no se vayan a creer que a la dama de hierro madrileña se le ha ablandado el corazón; no se preocupen sus adeptos, que no es eso. Con la misma intensidad que defiende la vida de un no nacido, apoya el asesinato de 20.000 niños palestinos a manos del ejército israelí. Lo que hace que Ayuso pueda actuar de forma tan aparentemente contradictoria es que se guía exclusivamente por su olfato de perro de presa político. Bueno, en realidad el olfato es de Miguel Ángel Rodríguez, del que se podrán criticar muchas cosas, pero no el enorme valor que tiene que sea un órgano tan expuesto a las inclemencias como la nariz el que mejor ha sabido conservar.
A Ayuso, la vida de un feto le importa exactamente lo mismo que la de un anciano sin seguro médico privado: nada. Lo que le importa a la presidenta madrileña es el rédito político que pueda obtener de cualquier situación. El del aborto no es un tema que haya sacado a la palestra para atacar al malvado Pedro Sánchez, sino una oportunidad más para poner en apuros a su gran rival político: Alberto Núñez Feijóo. Sabe que, obligando al amigo de Marcial Dorado a tener que superarla por la derecha, tiene muchas opciones de que se acabe despeñando por un barranco electoral.
Por eso no hay que sorprenderse de que la misma persona que en 2021 apoyaba que las menores de edad pudieran abortar sin permiso de sus progenitores o tutores, sea ahora la que se opone a que mujeres adultas puedan decidir libremente sobre lo que pueden hacer con su cuerpo. Yo les diría a todas esas mujeres sobre cuyos cuerpos dispone la presidenta que no se lo tomen como algo personal, como decía Michael Corleone en El Padrino: «es un asunto de negocios». Que no supiera hasta los 22 añitos que en Sudamérica se habla mayoritariamente castellano, no es óbice para que sea una superdotada a la hora de descubrir oportunidades de negocio.
El alcalde de Madrid es también un firme defensor del derecho a la vida de los fetos, pero los motivos que tiene Almeida son diferentes a los de Ayuso. No sean mal pensados, me refiero a que Almeida es muy católico y ya se sabe la opinión contraria al aborto que tiene la Santa Madre Iglesia. Así que, volviendo a la presidenta madrileña y al olfato político prestado de Miguel Ángel, hablemos ahora de otro de esos giros copernicanos de ambos que tanto parecen sorprender a los idealistas.
Supongo que se habrán enterado de que la compañera de dúplex de González Amador se opone a cumplir una ley estatal, como si fuera una vulgar independentista catalana. Concretamente, la que la obliga a hacer un listado de los médicos de la sanidad pública que, haciendo uso de su legítimo derecho a la objeción de conciencia, se niegan a practicar abortos. En Madrid el 99% de los abortos se practican en clínicas privadas. Para que lo entendamos todos mejor, me van a permitir que cambie el concepto clínica por el de empresa. Repito: en Madrid, el 99% de los abortos se practica en empresas privadas. Lo sorprendente del asunto es que muchos de los médicos que tienen reparos morales para practicar abortos en una clínica pública no los tienen para hacerlo en una empresa privada. Miren ustedes qué cosas tiene el subconsciente humano.
La cuestión es que Ayuso dice negarse a hacer ese listado de objetores alegando principios constitucionales, pero su propio gobierno creó en 2021 un registro prácticamente idéntico para profesionales objetores a la eutanasia. Este registro, aprobado mediante decreto, tiene las mismas características: es "administrativo, confidencial y digital" y busca "garantizar la adecuada gestión" del servicio. Exactamente los mismos motivos y procedimientos que el que ahora le obliga a hacer un registro de los médicos que objetan practicar abortos y al que se opone.
Si lo que pretenden ustedes es intentar entender los motivos de las acciones de Isabel y Miguel Ángel, tanto monta, monta tanto, deben ustedes recurrir a Marx, a Groucho Marx: «Estos son mis principios, pero si no le gustan, tengo otros». Y, en todo caso, si quieren profundizar un poco más, busquen siempre si al final de cada una de sus intenciones aparece el concepto "privado", es decir, "negocio".
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