Entre la interminable retahíla de lindezas que Pablo Casado dedicó a Pedro Sánchez en la primera sesión del debate de investidura hubo una que fue la más sorprendente. Al menos para mí. Entre todas las descalificaciones de toda clase, los insultos y las calumnias, las difamaciones y las infamias que el líder de la muy desleal oposición dirigió al candidato socialista la más inesperada fue la de definir como “sociópata” al candidato socialista. Desearía creer que Pablo Casado desconocía la extrema gravedad del término empleado para despreciar al presidente en funciones del Gobierno de España, a quien el jefe del Estado, el rey Felipe VI, ha propuesto al Congreso de Diputados para su investidura presidencial.

Porque la sociopatía, por si el lenguaraz presidente del PP lo ignora, es una enfermedad psiquiátrica grave. Según el Manual de Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM5), y conforme a la definición qe de ella da la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos, la sociopatía es “un trastorno mental de la personalidad”, caracterizado por “una afección mental por la cual una persona tiene un patrón prolongado de manipulación, explotación o violación de los derechos de los otros”. La característica principal de la sociopatía es un patrón general de conducta basado en el desprecio y la violación de los derechos de los demás. Todavía más: la conducta de quien padece un trastorno de este tipo -esto es, un sociópata- comporta un patrón repetitivo y persistente de comportamiento en el que se violan los derechos básicos de los demás o las principales normas sociales. Considerado una patología psiquiátrica grave, la sociopatía también es definida como trastorno de personalidad antisocial.

¿Cómo Pablo Casado puede haber llegado al extremo de la miserabilidad humana de calificar a Pedro Sánchez de sociópata? ¿Sabía la enorme gravedad de su acusación? ¿Sabía que con semejante acusación él, que tanto blasona de defender a las instituciones del Estado y en especial a su Jefatura, de un modo torticero acusaba también al rey Felipe VI de proponer a un sociópata como candidato a la Presidencia del Gobierno de España? Como jefe de la cada vez más desleal oposición, ¿cree Pablo Casado que los muchos millones de ciudadanos españoles que votaron a Pedro Sánchez como candidato votaron a un sociópata, y que también lo han hecho ýa, y volverán a hacerlo mañana, todos los parlamentarios socialistas, de Unidas Podemos, PNV y todos los otros grupos políticos que por acción u omisión apoyan la investidura de este supuesto sociópata como presidente del Gobierno de España?

Comprendo que a Pablo Casado se le hace a veces difícil competir con Santiago Abascal, como le ocurre a menudo también a Inés Arrimadas. Pero todo tiene un límite. O debería tenerlo. Tal vez lo que le ocurre al presidente del PP, como al conjunto de nuestras derechas ultranacionalistas, es que son incapaces de ver la viga en su propio ojo. Lo que les ocurre a estas derechas tan extremas en todo, y en particular en ultranacionalismo, es que son precisamente ellas las que son sociópatas.

Aquejadas desde siempre de un grave trastorno de personalidad antisocial, las derechas ultranacionalistas, sea cual sea la nación a la que dicen defender y servir, son profundamente sociópatas porque no conciben ni admiten el pleno y libre ejercicio de la democracia, únicamente aceptan sus propias concepciones ideológicas, políticas, culturales e incluso religiosas, pretenden imponerlas al conjunto de la sociedad y se esfuerzan por intentar patrimonializar de manera abusiva y sectaria a la nación a su servicio exclusivo.

Para ilustrar con algunos ejemplos la sociopatía que afecta a nuestras derechas ultranacionalistas, basta recordar cómo se está llevando a cabo una insidiosa campaña de acoso y derribo, de insoportable presión personal, familiar y social, contra muchos de los diputados que por acción u omisión están dispuestos a permitir la investidura presidencial de Pedro Sánchez. Otro ejemplo lo tenemos en quienes, como Quim Torra, se empeña en decir que habla y gobierna en nombre y representación de todos los ciudadanos de Cataluña, cuando es evidente que no es así y que no lo ha sido ni en un solo instante desde su inesperada elección como presidente de la Generalitat. Y un tercer y último ejemplo es la vergonzosa utilización de citas de Benito Pérez Galdós para arremeter contra Pedro Sánchez, ocultando Pablo Casado que don Benito fue republicano y socialista, y que precisamente por su adscripción política tan pública y notoria fue objeto de una insidiosa campaña en su contra para que no le fuese concedido el premio Nobel de Literatura. Porque la sociopatía parece ser un trastorno genético en las derechas ultranacionalistas españolas.