Sí, ya sé que Pedro Sánchez, en su doble condición de presidente del gobierno en funciones y único candidato posible para continuar en el cargo después de los resultados electorales del 10-N, tiene ahora como preocupación principal la ardua tarea de ensanchar los apoyos parlamentarios para conseguir una nueva investidura presidencial. Sé también que tanto el PSOE como UP se dedican con gran intensidad a lograr este objetivo, sumando voto a voto de los partidos que, como MP, Compromís, PNV, CC-NC, PRC, TE y tal vez BNG, pueden ir dándoles los apoyos imprescindibles tanto para garantizar la investidura como, ¡ojalá!, para asegurar también la necesaria estabilidad a este primer gobierno de coalición de nuestro vigente sistema democrático. Asimismo sé que todas las restantes fuerzas políticas con representación parlamentaria -sin duda las tres derechas y sus satélites, es decir PP, Vox, C’s y NS, pero también los tres grupos en que se encuadra el separatismo catalán, esto es ERC, JxCat, CUP, con o sin el añadido de EH-Bildu- dificultarán hasta el último momento, con todo tipo de ardides, justificaciones o excusas, ambos objetivos ya citados. No obstante, unos y otros han de ser conscientes de que, en el conjunto de España y como es evidente de forma mucho más especial e intensa en Cataluña, somos muchos, cada vez más, los ciudadanos que hemos llegado ya al hartazgo, que no podemos resistir ni un momento más la angustiosa situación de ingobernabilidad que padecemos, una sensación que es en no pocos casos hasta de inseguridad individual y colectiva, frente a las actuaciones vandálicas de algunos grupos que, desde hace ya más de un mes, han convertido a Cataluña entera en su particular terreno de batalla violenta, en las calles, las avenidas y las plazas de muchas de nuestras ciudades, en muchas de las carreteras y autopistas catalanes, en algunas estaciones ferroviarias e incluso en no pocas vías férreas, en nuestros aeropuertos y puertos, en todas nuestras universidades, en gran número de institutos e incluso en muchas escuelas.

¿Hasta cuándo abusarán de nuestra paciencia? Su amenaza está ya muy clara: “independencia o barbarie”. Este ultimátum, que en realidad se reduce a la simple constatación de que nos quieren mantener y someter a su permanente barbarie, debería instar a todas las fuerzas políticas responsables a garantizar su apoyo parlamentario a un gran pacto de Estado que permita al nuevo gobierno acabar de una vez por toda con la institucionalización de la barbarie, como primer paso necesario para un diálogo en paz para intentar resolver el grave conflicto político que constituye el reto del secesionismo catalán.

¿Qué diferencia existe entre aquel “la calle es mía” del ministro franquista Manuel Fraga y el actual “els carrers sempre seran nostres” de la muchachada de los CDR y Tsunami Democràtic? Son las dos caras de una misma moneda, la viva imagen del totalitarismo de siempre, del simple fascismo. Unidad de todos los demócratas contra esta gravísima amenaza totalitaria, contra este ultimátum fascista. ¿Es mucho pedir? ¿Es mucho exigir? ¿Hasta cuándo abusarán de nuestra paciencia? ¿Tendrán que producirse víctimas mortales para conseguir esta unidad democrática contra todos estos totalitarios?