Es esta una de sus negaciones contundentes que se convertirán probablemente en una afirmación rotunda e inminente.

Los expertos que mensualmente convoca el semanario “El Nuevo Lunes”, todos ellos gurús de confianza, coincidían en que España debe pedir el rescate cuanto antes; en los próximos días, sin esperar a septiembre, para evitarnos una penosa agonía innecesaria.

Las discrepancias que se planteaban en el selecto club se referían a la presencia en el escenario de alternativas inquietantes.

En primer lugar si el rescate debía ser total, una intervención a lo bestia como se hizo con Grecia, Portugal e Irlanda, o bien a un rescate más suave utilizando las posibilidades que ofrece el fondo europeo de estabilidad. En ambos casos con duras condiciones.

En segundo lugar si un rescate, incluso total, sería suficiente y no terminaría España expulsado de un euro fraccionado.

Es posible que Luis de Guindos al descartar ayer “una intervención del conjunto del Estado” estuviera practicando una reserva jesuítica pensando en la primera posibilidad, en la forma suave de intervención que, como digo, estaría unida a la exigencia de severas condiciones.

En mi opinión lo más probable es que ocurra esto último y que pase de forma inminente pues no es posible aguantar mucho con una prima de riesgo que crece por minutos. Entre los expertos hay dudas de si esto sería suficiente o simplemente representaría alivio para hoy y una vuelta a las andadas para mañana.

En todo caso sería una estación más en nuestro Vía Crucis que si funciona, estupendo, y que si no, nos obligaría a pedir abiertamente la intervención del país. Obviamente esto último tendría consecuencias políticas muy costosas y es de suponer que Mariano Rajoy no lo contemple por el momento.

La cuestión, señor de Guindos, no es que los mercados se hayan vuelto locos, que nosotros ya hemos hecho lo que teníamos que hacer y que ahora la pelota está en Bruselas. Aunque obviamente hay que contar con que la Unión se tome en serio que somos una Unión.

La cuestión es que no se fían de nosotros y tienen razones para no creernos pues no se han hecho las cosas como se habían vendido. Zapatero dejó la cosa muy cruda pero Rajoy no ha actuado con la celeridad debida y ha cometido errores que solo pueden atribuirse a su gestión. Ha pergeñado unos presupuestos increíbles y tardíos enmendados por la vía del decreto con las últimas medidas adoptadas. Ha actuado tarde y mal con Bankía y ha sobreactuado con los bancos exigiéndoles fuertes provisiones para sus activos sanos, teniendo que rectificar después; dos decretos contradictorios uno detrás de otro, que generaron estupefacción.

Un solo dato es relevante: en el primer trimestre del que se acaban de conocer cifras ciertas, el déficit sigue estando en los niveles del primer trimestre del año pasado. No se ha reducido ni una décima.

José García Abad es periodista y analista político