Como todo en la pandemia, viajar se ha complicado en grado sumo y en estas semanas pre veraniegas cuando muchos preparan las vacaciones en el hemisferio norte, no está de más plantear la dimensión ética de nuestras decisiones al elegir el país de destino. Ya no se hace turismo a secas, son muchas las personas que buscan un viaje con propósito, una experiencia turística cultural, sostenible, solidaria, que enriquezca nuestro capital humano y emocional. 

Por supuesto, este año lo primero a tener en cuenta es la incidencia del virus y las exigencias de cada país a los viajeros, pero tras el filtro sanitario yo planteo la necesidad de valorar el respeto a los derechos humanos del país que pretendemos visitar. Un primer indicador de la calidad ética de un estado es la adecuación de su legislación a los estándares democráticos y la no discriminación de las minorías por su orientación sexual, credo religioso o raza.

El informe anual que ILGA World publica sobre la Homofobia patrocinada por los estados proporciona un mapa de los setenta países que penalizan la homosexualidad en el mundo (un 35%). Un buen número de esas naciones homófobas discriminan a las mujeres y tampoco respetan la libertad religiosa y las libertades de información y expresión.

Hay países en los que, pese a contar con una legislación respetuosa con los derechos humanos, la realidad de su aplicación es muy deficiente como puede ser el caso de México, Brasil e India. China y la Federación Rusa son dos grandes potencias que en la actualidad tienen presos políticos y de conciencia y apoyan a dictaduras como Bielorrusia, Corea del Norte y Myammar (antigua Birmania).

Israel, un estado formalmente democrático, tiene un gobierno que practica una política racista, violenta y xenófoba en la Franja de Gaza y los territorios ocupados. En el continente africano pocos son los países que cumplen con los estándares de calidad democrática. En Iberoamérica, Venezuela, El Salvador, Nicaragua y Guatemala sufren derivas políticas peligrosas.

Como soy periodista no puedo pasar por alto la situación de la libertad de prensa en el mundo, que Reporteros sin Fronteras en su último informe de 2021 califica de mala o muy grave para la mayoría de la población del planeta.

Las viajeras y los viajeros que quieran hacer turismo con ética y responsabilidad ciudadana lo tienen muy difícil en este 2021 pandémico e incierto porque, incluso en nuestra vieja Europa, países como Polonia y Hungría están inmersos en desarrollos legislativos que chocan con el consenso democrático de la UE.