Pedro Sánchez lo ha vuelto a demostrar: su prioridad son los trabajadores y trabajadoras de nuestro país. La aprobación en el Consejo de ministros del proyecto de ley que reduce la jornada laboral de 40 a 37,5 horas semanales sin recorte salarial es una conquista social. Una reforma que mejora la vida de millones de personas y que marca un antes y un después en nuestro modelo laboral, apostando por el bienestar y el progreso.

Feijóo, por su parte, vuelve a situarse en contra de cualquier medida que beneficie a la clase media trabajadora. El PP ya se opuso a la reforma laboral que ha generado más empleo y de mayor calidad en España. También rechazó subir el Salario Mínimo. Y ahora, como era de esperar, votará no a la reducción de jornada.

A Feijóo no le importa que millones de personas deseen trabajar menos horas para ganar tiempo para sí mismas y sus familias. Prefiere obedecer a la patronal o seguir los dictados de Ayuso. Su partido no defiende la calidad de vida de los trabajadores, sino los intereses de quienes se benefician de jornadas largas y sueldos bajos.

Por cierto, un apunte para todos aquellos trabajadores que votan al PP y a Vox. Mientras el Gobierno de España ha aprobado reducir la jornada laboral a 37,5 horas semanales, el secretario de Trabajo de Javier Milei en Argentina defiende trabajar 12 horas al día y eliminar las vacaciones. Que tomen nota aquellos que piensan que a España le iría mejor con un gobierno de Feijóo y Abascal.

La jornada de 40 horas está vigente desde 1983. Desde entonces, la productividad de España ha aumentado un 53%, pero los salarios apenas un 22%. ¿Dónde ha ido a parar esa riqueza generada por los trabajadores? No a sus bolsillos, desde luego. Reducir la jornada no es un lujo, es devolverles parte del tiempo que han entregado a costa de su salud, su familia y su vida personal.

Esta reforma beneficiará a 12,5 millones de personas, especialmente en sectores como el comercio, hostelería, construcción o industria manufacturera, donde las condiciones laborales han sido tradicionalmente más duras. Paradójicamente, en esos mismos sectores los beneficios empresariales han crecido de forma notable en los últimos años.

Solo en la hostelería, por ejemplo, los beneficios han subido un 105% desde 2009. Que algunos empresarios se quejen por tener que reducir la jornada en apenas 48 minutos a la semana es una muestra clara de egoísmo y de falta de respeto al tiempo y la salud de quienes generan su riqueza.

Pedro Sánchez lo tiene claro: este Gobierno apuesta por un modelo productivo que pone en el centro a las personas, que avanza en innovación y calidad de vida. “No trabajamos como en 1983”, ha recordado el presidente. Y es cierto. Las largas jornadas no significan más eficiencia, ni más crecimiento. España debe avanzar apostando por el talento y la organización del trabajo, no por la explotación.

Reducir la jornada tiene efectos muy positivos: mejora la salud mental, favorece la estabilidad laboral, reduce el absentismo y facilita la conciliación familiar. En un país donde muchas familias apenas pueden compartir tiempo por culpa de horarios rígidos, acortar la jornada es una forma real de ayudarles a vivir mejor.

Hay que destacar el papel de Yolanda Díaz, vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo. Su trabajo ha sido esencial. Desde que llegó al ministerio, ha impulsado una agenda ambiciosa, basada en el diálogo social y en acuerdos con los agentes sociales. El pacto alcanzado con UGT y CCOO en diciembre fue fruto de ese trabajo serio, comprometido y transformador. Frente a la demagogia de algunos, la izquierda que gobierna demuestra que toma decisiones que mejoran la vida de la gente.

Frente a estos avances, la patronal ha vuelto a quedarse al margen. Ni CEOE ni CEPYME han querido sumarse. Su rechazo responde a una visión estrecha y egoísta: prefieren seguir exprimiendo al trabajador antes que asumir una mejora colectiva que, a medio plazo, también les beneficiaría. Siguen anclados en un modelo obsoleto que ya no funciona.

Por suerte, algunas empresas sí han entendido el cambio. Ya aplican jornadas reducidas, semanas con cuatro días o medidas avanzadas de conciliación. Son minoría, pero marcan el camino del futuro. Lo que explica la resistencia generalizada del empresariado español es la falta de visión, de responsabilidad social y de compromiso con un país que necesita avanzar.

Tampoco sorprende la posición del PP. Feijóo ha anunciado que votará en contra de esta reforma, como hizo con otras leyes clave para los derechos laborales. Habla de libertad económica, pero en realidad solo protege los privilegios de unos pocos. Ni siquiera mantiene una postura coherente, puesto que hace unos meses defendía una semana laboral de cuatro días y ahora rechaza reducir 48 minutos semanales. Es un irresponsable.

Vox va más lejos. Su discurso parece salido del siglo XIX. Hablan del trabajo sin reconocer derechos ni dignidad. Sueñan con un país donde las jornadas sean extenuantes y se explote al trabajador. Abascal defiende menos derechos, más horas y más sumisión. Y lo más preocupante es que haya trabajadores que les den su voto.

Como los medios de derechas no lo cuentan, conviene recordarlo: esta medida cuenta con un respaldo social amplísimo. Incluso entre votantes del PP y Vox. Solo un 26% de los votantes del PP y un 29% de los de Vox se oponen a la medida. La mayoría, también en esos partidos, quiere vivir mejor. Quieren tiempo para sí mismos, quieren dignidad.

La reducción de jornada beneficiará especialmente a quienes están más desprotegidos: trabajadores sin convenios, jóvenes, mujeres (que representan el 75% de quienes trabajan a tiempo parcial). Es una medida feminista y justa, que ayuda a cerrar brechas y a avanzar en igualdad real.

El siguiente paso será la tramitación parlamentaria. Ahí se verá quién está del lado de la mayoría social y quién sigue defendiendo a los de siempre. El Gobierno ha cumplido: ha negociado, ha pactado, ha hecho una propuesta razonable y necesaria. Ahora es el Congreso debe aprobar esta reforma.

España merece más tiempo, más conciliación y más salud. Esta reducción de jornada es un paso adelante. Y quienes se oponen, como en tantas otras ocasiones, acabarán en el lado equivocado de la historia.

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