El paso de las recientes borrascas ha permitido la recuperación de las reservas de agua. Tras casi dos años de sequía, nuestros embalses han alcanzado un esperanzador porcentaje de agua embalsada, alcanzando el 64% de su capacidad total.

Aunque a pesar de todo lo que ha llovido estos días nos encontramos seis puntos por debajo de la media, lo cierto es que, si añadimos la importante acumulación de nieve en nuestras montañas, podemos ser optimistas. Pero a su vez debemos ser cautos y no dejarnos llevar por un exceso de confianza.

Los españoles tenemos poca memoria histórica, y menos aún meteorológica, por lo que a la que llegan las lluvias tendemos a olvidar rápidamente los largos meses de angustia provocados por la sequía. Pero la sequía que sigue ahí, no ha desaparecido sino que se ha retirado tras las bambalinas, cobijada por el cambio climático, dispuesta a aparecer más pronto que antes, con más fuerza y más persistencia.

Por todo ello es necesario tejer alianzas y colaborar juntos para hacer una gestión inteligente de estas reservas de agua. Una colaboración basada en el conocimiento compartido, el trabajo en red, la experiencia y el empleo de las mejores herramientas tecnológicas. Todo ello encaminado a un objetivo común: el de la eficacia.

El futuro de nuestro acceso al agua es cada vez más incierto. Por eso se hace preciso promover y alcanzar grandes alianzas entre todos los sectores, ya que como señalan todos los expertos, en un escenario de reducción de la oferta por la incertidumbre climática y el aumento de la demanda por el crecimiento de la población mundial, la mejor estrategia para alcanzar un uso más eficiente del agua es la cooperación.

Superados los peores escenarios hacia los que nos empujaba la sequía, sería un gravísimo error creer que se ha acabado. Por el contrario, superadas las urgencias que nos obligaban a tramitar la escasez y poner el foco en asegurarnos el abastecimiento, es ahora cuando podemos y debemos aumentar el campo visual y ampliar las perspectivas para gestionar esta agua con la máxima responsabilidad.

Es necesario seguir perseverando en el discurso del ahorro y la eficacia pues la solución al problema del agua en España no pasa por aumentar la oferta, sino por gestionar de mejor manera mucho más responsable la demanda. Desde el sector industrial al agrícola, y por supuesto el urbano, los niveles de demanda de agua deben revisarse a la baja, asumiendo cada uno sus propios compromisos, desde la cooperación y en defensa del interés mutuo, que debe ser el de garantizarnos el acceso.

Con los embalses tal y como están actualmente a muchos les puede parecer que el fantasma de la sequía se ha alejado. Y más aún si tenemos en cuenta que las más de 700 plantas desalinizadoras que tenemos en marcha o en perfecta disposición de hacerlo (somos el quinto país del mundo en capacidad desalinizadora instalada) han demostrado ser de gran auxilio. Pero no es así, ni muchísimo menos.

Debemos seguir apostando por las posibilidades que nos ofrece la regeneración y reutilización del agua de depuradora, pues esa es la mejor alternativa para avanzar hacia un auténtico uso circular del recurso y permitir la recuperación de nuestros ríos y aguazales, que no pueden ni deben atender una mayor demanda.

Ahora que podemos mirar al presente del agua con algo más de optimismo y ante la incertidumbre que nos depara un futuro marcado por el cambio climático toca colaborar. Colaborar desde todos los ámbitos para garantizarnos el acceso al agua y propiciar la recuperación de los ecosistemas acuáticos. Esa es la responsabilidad a la que debemos hacer frente entre todos.