Escribió el dramaturgo griego Eurípides que “aquel a quien los dioses quieren destruir, primero lo vuelven loco”. Trataba aquí del tema del “pecado de Hibris”, el pecado de orgullo o de soberbia, que en la cultura griega era el mayor de todos y, de cuyo castigo, no se libraban ni los dioses ni los hombres. Esto le ha pasado al director del Instituto Cervantes, Luis García Montero, que este lunes ha arremetido contra las feministas como sólo un machista integral puede hacer. Escribe en una tribuna libre del periódico donde colabora sobre “las manipulaciones del feminismo”, como si él estuviera ungido para dar el carnet de feminista a las mujeres que se lo merezcan, como lleva haciendo, desde su pontificado, cuarenta años, con el carnet de poeta. Toda la que le lleve la contraria es de derechas. Esta presunción machista, patriarcal, no hace sino revelar la verdadera naturaleza de alguien que ha construido una imagen falsa de intelectual comprometido para conseguir lo que de verdad era su ambición, que no era la literatura, sino el poder. Un poder que, desde su masculinidad alfa, no permite que sea contrariado, y mucho menos por una mujer.

La raíz de toda esta enloquecida reacción, arranca de las memorias de María Asunción Mateo, profesora, escritora y viuda del poeta Rafael Alberti, publicadas hace un mes por la editorial Berenice.  El libro, con el nombre Mi vida con Alberti. Para algo llegaste Altair, es un libro importante no sólo por estar magníficamente escrito, sino además por otras razones: porque cuenta una bellísima historia de amor entre su protagonista y el autor del 27, y porque desmonta el constructo de mujer interesada, depredadora, mujer fatal primero y viuda negra después, que García Montero y sus secuaces han alimentado durante casi tres décadas. Esto no es una opinión. Es una objetivación sobre el material documental y bibliográfico de dichas memorias. El argumento de denigrar a las mujeres pertenece al machismo más rancio y decimonónico, que tilda a todas las de su género de malas, interesadas y devoradoras de hombres y responde a un estereotipo tan estudiado psicológica como sociológicamente, que sorprende en alguien que se ha revestido siempre con la vitola de santidad progresista. Lo más demoledor del libro de memorias de Mateo, es que aporta una documentación tan precisa y exhaustiva que, por mucho que Montero y sus voceros lo repitan, no hay réplica posible ya que es perfectamente contrastable con hemerotecas y los documentos, quien miente. Es esto, precisamente, lo que en el mismo diario, este sábado, destacaba en una excelente crítica la profesora y escritora Anna Caballé, Premio Nacional de Historia y, durante muchos años, presidenta de la Asociación de Género y Cultura. Con un tono paternalista, Montero ataca a Caballé, una referencia en la historiografía de la mujer, en la literatura de género y en el periodismo feminista en este país, y la trata con un desprecio intelectual que le retrata a él, una vez más. Dice Montero “Yo no sé si la profesora Caballé se ha ido a otra parte a la hora de plantearse la literatura de lo real, la religión del hecho verdadero y otras de las muletillas que baraja en su artículo. Lo que sí creo es que por el bien del feminismo debería informarse mejor sobre lo que escribe”. Menosprecia Montero el trabajo de una intelectual que ha dedicado toda su vida, y más de 50 años de estudio y trabajo a la causa del feminismo en la historia y la literatura. Una referencia que, precisamente por su rigor, no se ha quedado con la versión oficial de Montero y los suyos, y que tras leer a Mateo y comprobar la veracidad de la documentación que aporta, comprende la trampa y el cartón, y se pronuncia al respecto desde la imparcialidad y el criterio, sin conocer a la protagonista, ni interés alguno en administrar la obra de Alberti, como le pasó a Montero, y no sólo con él; pregúntenle también a la viuda de Ángel González, Susana Rivera. Para Montero todas son malas, interesadas, depredadoras, argumento muy maduro y feminista, incluidas las profesoras, periodistas y feministas que no le den la razón a él, que para eso es el macho pero, sobre todo, aquellas que no permitieron que él y los suyos depredaran la obra de autores tan referenciales. Sobre Mateo, García Montero repite en su infame Tribuna lo que lleva diciendo más de dos décadas: “Ha mentido como siempre”, pero al contrario que ésta, no aporta ni un solo documento al respecto, sino su enconada opinión y bilis. Resulta especialmente curioso que Montero, sin aval documental, diga que miente, y que se le ataca o injuria, cuando, quien sí tiene una condena en firme por injurias graves a su compañero de departamento de la Universidad de Granada, José Antonio Fortes, es él. La sentencia de 2008 la firmaba el juez Miguel Ángel Torres, en noviembre de ese año, que consideraba injustificables los insultos”, por lo que además de condenarlo le imponía una multa e indemnización de 4800 euros. Queda pues probado el talante de este señor. Por cierto, debe ser que el Instituto Cervantes no pide certificado de penales, porque a otros, por mucho menos, lo habrían inhabilitado con una condena firme para desempeñar tan visible responsabilidad.

         El problema del señor Montero es que nunca se le ha cuestionado, pedido pruebas de sus afirmaciones, y todo lo que decía era dogma de fe; de pronto, aparece este libro que él y los suyos intentaron que no se publicara en ninguna editorial, con tal documentación que hasta los que compraron su discurso se han dado cuenta de que es falso, y que han contribuido a un linchamiento público y maltrato psicológico continuado, a una mujer e intelectual como María Asunción Mateo, o como Susana Rivera, entre otras. Que una investigadora de la talla de Anna Caballé, referencia de los estudios de género,  desde la distancia y la objetividad analice el libro, coteje la documentación, y asuma que el relato de los hechos no corresponde a lo que García Montero y los suyos han venido repitiendo, es algo que no está dispuesto a permitir desde su soberbia intelectual y por lo que estalla, redundando lo mismo que ya ha quedado desmontado en las Memorias de Mateo, y atacando a Caballé y a todas las feministas de otra generaciones, que no están dispuestas a permitir las actitudes y juicios morales de Montero.

Frente a todo este aluvión documental de Mateo en su libro, nadie le ha pedido jamás a Montero una prueba de lo que dice sobre ella. Por poner unos ejemplos, aunque daría para otro libro, y no para un reportaje:

Lo que dice sobre que “Alberti había creado junto con la Diputación de Cádiz una Fundación pública” es una media verdad, para encubrir mentiras completas. Insisto en que está todo contado y mejor, y documentado en las Memorias de María Asunción Mateo, pero puntualizo. Alberti hizo una primera donación ante notario de sus fondos al ayuntamiento del Puerto. La Diputación de Cádiz, con Montero de por medio y la instrumentalización para sus intereses personales de familiares del poeta, se ofrecen a traer las cosas de Rafael de Roma, y él acepta. Cuando llegan se encuentra que “sus amigos” han creado una Fundación en Cádiz para administrar sus bienes, incluyendo los que ya había donado notarialmente al Puerto, y Alberti reclama que estos legados se depositen donde él ya los había comprometido. Hubo un contencioso legal entre el Ayuntamiento de El Puerto y la Diputación de Cádiz, que pierde la Diputación en favor del Puerto que es a quien el poeta había legado ya todo notarialmente, puesto que su voluntad, desde antes de regresar del exilio, era que todo estuvieran en su ciudad de nacimiento. Además de toda la documentación del libro, rescato un comunicado de prensa de Alberti a la Agencia EFE, de septiembre de 1978, cuando Mateo no estaba ni se la esperaba, donde dice: “Yo no soy Picasso, desde luego, mas con los escasos dibujos que poseo de él (obsesivas presas para Aitana), con las obras de otros pintores y las mías, deseo crear un pequeño museo recordatorio”. Con lo que queda claro que la esposa de Alberti no hace más que apoyar la decisión y el deseo de su marido y hacerlo cumplir. Todo esto, además de la supuesta administración oscura de los fondos de la Fundación en la que insiste Montero, desde que Alberti lo apartó de su vida, porque fue Alberti quien lo hizo, quedó desmentida en su momento, y se reproduce con documentos de la entonces Consejera de Cultura de la Junta de Andalucía, Carmen Calvo, donde lo desmiente, y felicita a Mateo por la “ejemplar” gestión de la Fundación. Otro asunto que queda desmentido es el del editor Mario Muchnik, que después de sumarse al menosprecio por Mateo, todavía vivo Alberti, acaba escribiéndoles una carta pidiendo perdón por su comportamiento, carta que también se publica en las memorias.

Para tratar de embarrar aún más el asunto, Montero mezcla todo disparando contra el Doctor en Filología y Catedrático en la Universidad complutense de Madrid, Gonzalo Santonja, actual Consejero de Cultura  de Castilla León, acusándolo de asuntos que van a dirimirse en los próximos días también en los tribunales. Lo que sé de Santonja es que fue un fiel amigo de Alberti, militante del Partido Comunista, razón por la cual fue detenido y procesado con veinte años por el Tribunal de Orden Público del Franquismo, por lo que fue exiliado tras sufrir las torturas y los interrogatorios del temible Antonio González Pacheco “Billy el Niño”. En 2015 cuando Montero se presenta como número uno de la lista de Izquierda Unida para la presidencia de la  Comunidad de Madrid, y no sacar ni su acta, echó la culpa de su fracaso histórico al partido, haciéndose socialdemócrata por la vía de urgencia. Es cuando triunfa la moción de censura contra Rajoy y se inviste presidente Pedro Sánchez.  Una vez más Montero se equivoca en su propio beneficio. Todo un disparate mezclar a Santonja en esto, que no es más que un nuevo intento de enmascarar su falso relato deconstruido, victimizándose como objeto de una presunta caza política.

Sobre la visita de José María Aznar a la casa de Alberti, que como demócrata que era lo recibió, tras decir, al regresar del exilio: “me fui con el puño cerrado y regresé con la mano abierta”, en un ejercicio de compromiso cívico. Resulta curioso que García Montero se rasgue las vestiduras sobre este tema cuando quien se ofrece como guía por Granada y la Casa de Lorca del matrimonio Aznar-Botella es él mismo, como demuestran las fotos y artículos de la Agencia EFE y la mayoría de los medios del país. De hecho, Aznar, que era buen pagador, le compensó la cortesía diciendo en su primera entrevista como presidente que “su libro de poemas de cabecera era Habitaciones separadas, de García Montero”, y se retrató con el libro, como recuerda en el diario El País la periodista Anatxu Zabalbeascoa. Tras esta manifestación del presidente Aznar, se le concede ese mismo año y por ese libro predilecto del presidente, el Premio Nacional de Poesía que otorga el Ministerio de Cultura. El asunto de la deconstrucción del relato de Luis García Montero, daría para mucho más, como sus valoraciones sobre “la decencia” de las mujeres a las que ataca, que es un concepto de rancia moral católica impropia de un presunto hombre de izquierdas, o el juicio de valor sobre las relaciones entre hombres y mujeres de distinta edad, que además de frívolo resulta llamativo en alguien que siempre ha sido tan cariñoso y entregado con sus alumnas y admiradoras, según cuentan muchas de ellas, algunas de las cuales empiezan a hablar tras estas declaraciones… Lo que no tiene un pase, es el ataque a las feministas que llevan toda su vida reivindicando con seriedad la labor en la historia y la literatura de las mujeres, como Anna Caballé, a la que menosprecia de forma patriarcalmente repugnante. Es un ejercicio de “manada de la casta del poder cultural” que no puede consentirse. Ahora va a resultar que él, de nuevo el incontestable macho alfa de la cultura española, va a dar los certificados de idoneidad feministas; es como cuando la censura franquista daba los certificados de idoneidad a las artistas del momento, normalmente a las que eran sumisas, obedientes, y tragaban con lo que fuera. Sólo por esto, por el ataque al feminismo referencial de nuestro país que evidencia su verdadera personalidad y pensamiento, por no hablar que un director de una Institución cultural como el Cervantes no puede tener una condena por nada, y menos por Injurias Graves, Luis García Montero no puede seguir en el cargo. Lo exige la ejemplaridad de la institución, el respeto por los valores que representa, y por la dignidad de las mujeres escritoras, intelectuales, periodistas y de cualquier desempeño, que ya han pagado siglos de menosprecio y maltrato para que, ahora, de nuevo, alguien, que no se comporta como dice ser, pero es cómo se comporta, les de permiso para opinar, posicionarse, o exigir responsabilidades. Por sus hechos los conocerán, y a Luis García Montero ya le hemos conocido.