Hoy ha llegado a mi el audio que acompaña a este artículo, una carta de Carme Forcadell donde cuenta su traslado desde el centro penitenciario de Madrid al centro penitenciario donde ahora se encuentra en Cataluña. 

Es inevitable emocionarse al escucharlo. No he podido aguantar las lágrimas al leer ese momento en el que, desde dentro del furgón y a través de las rejas, podía ver el camino, las señales en las carreteras, el paisaje de su tierra. Cómo relata los recuerdos y las sensaciones que se agolpan en su cabeza. Saber que se acerca a su casa, a su familia, y saber que no, que no irá con ellos, sino que se dirige -que le llevan- a otra prisión, a más rejas, a más soledad y silencio. A seguir escuchando como "chapan el chabolo" cada noche. Y sin saber hasta cuándo. 

Un nudo en la garganta cuando narra el momento en que empieza a ver lazos amarillos a los lados de la carretera, carteles de "libertad", cientos de personas que las esperaban, sabiendo que no podrían más que trasladarles su cariño a través de gritos sordos que tal vez llegarían a ella y a Dolors Bassa. Su emoción al ver que, en Cataluña, en su casa, está su gente, está su pueblo, que las estima, las respeta, y les reconoce todo lo que están haciendo para defender sencillamente un derecho fundamental como es el de tener libertad para expresarse y decidir. 

Llegan a la prisión y escuchan gritos de "Presidenta, Consejera". Y se abrazan dentro de un furgón de la Guardia Civil. Más cerca de casa. Pero presas. Injustamente presas. 

Ellas: madres, trabajadoras, señoras dignas y conscientes del enorme esfuerzo que han realizado a lo largo de sus vidas para defender lo que han creído siempre que era justo y necesario para el pueblo. Para sus hijos, para sus familias, para sus vecinos. Ellas, que jamás usaron violencia; que nunca robaron; que tampoco engañaron ni ocultaron nada. Que siempre trabajaron al servicio de los demás, dedicando tiempo y esfuerzo en construir un lugar mejor donde vivir. Para los suyos y para quienes quisieran compartirlo con ellos. 

Pasan los meses, los días. En España parece que nada cambia. A pesar de los bofetones que vienen desde otros países, de las resoluciones judiciales, de las noticias de medios internacionales que deberían avergonzarnos. Nada cambia. Aunque lo parezca. Continuamos sumidos en un blanco y negro, que por mucho que se empeñen en colorear, queda como aquellas fotos retocadas, tan mal retocadas, que casi hacen daño a la vista. España que no llega siquiera a estar en Tecnicolor. Un nodo coloreado. Eso es España. 

Donde las hijas de los jueces reciben todo tipo de favores institucionales para cambiar de carrera, saltándose todos los procedimientos aplicables a cualquier hijo de vecino. Esa España en la que no se entienden los autos judiciales, ni las sentencias, ni las decisiones que permiten que los malos estén libres y los inocentes entre rejas. Esa España de reyes corruptos y reinas amargadas. Esa España que se pregunta aún si debe preguntarse cosas; si debería mirarse al espejo para averiguar ciertas verdades que huelen y duelen. La España cobarde que no se atreve porque molesta. Esa España. 

La de cada uno en su casa y dios en la de todos, pero cada uno en su casa. "Y que lo que le ocurra al vecino lo mismo me da mientras no me afecte. Pero me creo que me importa si España se rompe. Porque me han dicho que España se rompe, la rompen, y eso me creo que me importa. Más que el vecino. Qué duda cabe. Eso y el fútbol me importa y me afecta. No entiendo bien qué ocurre con las pensiones, ni con los volquetes de putas y coca. Ni con las plantas de hospitales cerradas, ni con la mierda de educación pública que reciben mis hijos. No lo entiendo y en cierto modo tampoco creo estar preparado para entenderlo. Mejor si no lo entiendo, la verdad. No vaya a ser que me toque hacer algo. No. A mí me importa que España no se rompa y el fútbol. Lo demás, ya tal. 

Y que a los golpistas les metan en la cárcel. Como sea. Que me da igual si no hay juicio. Son culpables, seguro. Lo llevan escrito en la cara. No hace falta saber más. Con escucharlos hablar con ese acento catalán ya lo tienen todo merecido. Espiritrompa!

Y los lazos amarillos, que los quiten ya. Qué barbaridad: ocupar de esta manera la vía pública, ensuciarlo todo con plástico. ¡Gentuza indepe! ¿Qué se habrán creído, que la calle es suya? Es normal que al final alguien se tome la justicia por su mano y arrase con tanta cruz y tanto lazo. Alguien tiene que frenar todo esto. Qué horror el color amarillo. Qué horror esas pancartas donde dicen "libertad y democracia". ¿Pero qué se han creído estos? 

Ni lazos, ni democracia ni libertad. Ni remover el pasado. Que pasado está. Como si no tuviéramos cosas más importantes que hacer... como, por ejemplo, hablar de fútbol. O de las vacaciones. Ya está bien de andar mareando a la gente con tonterías que no sirven para nada. ¿Para qué sirve sacar a un muerto de una tumba a estas alturas? Son ganas de fastidiar. Solamente saben fastidiar. Que les metan en la cárcel a ver si se callan ya de una vez. Que les partan la cara por la calle a ver si dejan de llevar ya los lacitos. Que les atropellen con coches, para ver si con el susto en el cuerpo se dejan ya de tonterías. Y ya que estamos, que dejen de hablar en catalán, lengua del demonio independentista. Eso sí, el Barça me importa. El payaso de Piqué no. Independentista, qué horror. Con lo majo que era cuando bailaba con Shakira, cuando se dedicaba a dar patadas al balón y a no abrir la boca. Como debe ser. Que para eso le pagan una millonada. No queremos que opine ni que diga nada que no sea lo que debe decir para que no moleste. ¡Qué manía tienen con molestar!

Molestar. Eso hacen. Incordiarnos a las gentes de bien. Pesados, que son unos pesados con el derecho de esto y el derecho de lo otro. Que veamos los documentales, que leamos, que nos informemos. Que leamos la prensa internacional. Pero esta gente, ¿no trabaja? ¿Tanto tiempo tienen para estar todo el santo día saliendo de manifestación, poniendo lacitos, yendo a las cárceles a gritar tonterías? Seguro que están todos trincando del independentismo... porque son todos unos golpistas, unos ladrones, unos oportunistas. Que nos odian, porque son egoístas y quieren todo para ellos, sin compartir. Gentes descastadas y supremacistas, que nos miran por encima del hombro. ¡Desagradecidos! Con todo lo que España ha hecho por ellos y así nos lo pagan..."

Dolors y Carme, Los Jordis, los consejeros, están todos en una prisión dentro de otra prisión. A España se le ven los barrotes bajo las faldas. Y empezamos a descubrir quiénes son los carceleros. Los presos políticos son conscientes de su situación. Y de alguna manera, aunque suene un poco extraño, quizás ellos sean más libres que muchos de nosotros, que estamos presos sin saberlo, aunque podamos movernos libremente. 

Los presos políticos tienen libertad en sus ideas, y lo que es más importante: tienen libertad en su corazón. Los afectos y la fuerza que da la convicción de los ideales te dan una libertad que escapa a los muros de cualquier prisión. 

Las ideas cerradas, obtusas, encorsetadas; las mentiras de la propaganda, la injusticia de los tribunales y la absoluta desfachatez (o mejor dicho "fachatez") de los políticos son más peligrosas si cabe que los muros y las rejas. Porque no hay nada más triste que un pueblo encarcelado en absoluta libertad. 

Libertad para los presos y las presas políticas. Libertad para los exiliados. Democracia. Justicia. Paz.