Isabel Díaz Ayuso aún no ha disparado a gente en la calle, imitando el novedoso método que proponía Donald Trump para conseguir más votos, pero está a una encuesta del CIS de hacerlo. La desaparición de ETA, como la sustancial rebaja de tensión en la sociedad catalana, han sido malas noticias para el PP en general y para Ayuso en particular. Cuando la economía, pese a las diez plagas bíblicas, funciona, empresarios y sindicatos llegan a acuerdos y España goza de uno de sus mejores momentos internacionales, a la derecha sólo le queda lo de siempre: sacar la bandera a pasear.

El problema es que el mástil de la bandera lo tiene bien cogido VOX y no parece dispuesto a soltarlo, así que al ventrílocuo y propietario de Ayuso, Miguel Ángel Rodríguez, se le ha ocurrido revivir a ETA. La idea es pescar una buena mayoría absoluta en Madrid que sea la antesala de una candidatura a la presidencia del partido. A Feijóo, malacostumbrado a la "pax" gallega, le cuesta adaptarse a la vida en la jungla madrileña, y aunque el hombre hace sus esfuerzos, se desinfla con facilidad y va abriéndole, involuntariamente, camino a la marioneta madrileña.

Se podría alegar en defensa de Ayuso que padece enajenación mental, porque se limita a obedecer las voces que rebotan en su cabeza desde el pinganillo, pero cuando se pierde la conexión inalámbrica y se ve obligada a utilizar sus propias neuronas el resultado, lejos de ser más honesto y racional, sigue siendo igual de radical, aunque bastante menos inteligible.

Después de ser responsable del abandono y muerte de miles de ancianos en residencias de la Comunidad, de haber construido un hospital inútil por el doble del precio de lo presupuestado y de haber ayudado a su hermano, según palabras de Pablo Casado, a enriquecerse en lo más cruento de la pandemia, intentar resucitar a ETA puede no parecer lo más inmoral que haya hecho hasta ahora la presidenta madrileña, pero va camino de serlo. De momento ha conseguido que hasta las víctimas del terrorismo etarra, como Consuelo Ordóñez, hermana del dirigente del Partido Popular Gregorio Ordóñez, asesinado por ETA en 1995 y presidenta del Colectivo de Víctimas del Terrorismo (Covite), haya dicho de la acción de Ayuso: "Es la banalización en estado puro. No respetan a los muertos, van a respetar a sus familiares".

A la presidenta sólo le queda ya salir a la calle al grito de "ETA, mátalos", como hacían muchos batasunos en los peores años del terrorismo, aunque el deseo no sea de muerte física de sus opositores sino política. Quizá podría convencer a algunos de los batasunos que siguen añorando su cruento pasado a que la ayuden en la entonación, porque sólo ellos y Ayuso pueden sacar provecho de tan aberrante e indecente felonía.