El culebrón al que han dado pie las andanzas del Rey emérito, llegó el viernes a los Tribunales con los testimonios ante el juez del ex jefe del Centro Nacional de Inteligencia (CNI), Félix Sanz Roldán, el eterno perejil de todas las salsas el comisario jubilado José Manuel Villarejo, y la ex princesa Corinna Larsen.

Fue en el Juzgado de lo Penal número 8 de Madrid. Se trataba de averiguar si Villarejo había calumniado a Sanz Roldán cuando dijo que el jefe del espionaje, y ahora asesor del presidente de Iberdrola, había amenazado de muerte a la antigua amiga del emérito para que no hablara sobre esa relación con Juan Carlos.

Lo que en su día dijo el comisario Villarejo en el programa Salvados de La Sexta fue, “… Este señor, interpretando lo que podría pensar el hoy Rey emérito, entendió que la princesa Corinna tendría que recibir de alguna manera una amenaza o un rapapolvo para que no volviera con él o no revelara no sé qué historias. Lo cierto es que le amenazó de muerte, a ella y a su hijo, personalmente en una entrevista en Londres”.

El ex jefe de los servicios de espionaje españoles negó rotundamente esas acusaciones y afirmó que ni él ni el CNI amenazaban a mujeres y niños. Reconoció haberse sentido mal tras ver el programa Salvados, por los 3.000 trabajadores del CNI a los que esas palabras cuestionaban y, en su defensa, puso el asunto en manos de la Justicia. No comentó nada ante el juez sobre lo que se había hablado en el encuentro con Corinna en Londres. Tampoco se refirió si había enviado o no a personas de una agencia de seguridad a intimidarla. Como era previsible, se amparó en la ley del CNI para guardar silencio.

Corinna, mediante videoconferencia, testificó a favor del comisario jubilado Villarejo, asegurando que el policía se había limitado a repetir lo que ella le había dicho: que el CNI la amenazó, por orden de don Juan Carlos que era “quien mandaba y daba las órdenes”. Esta ratificación llevó a que la Fiscalía retirase la acusación de calumnia contra el comisario dejando sólo la de denuncia falsa por haber relacionado, al parecer sin pruebas, a Sanz Roldán con una filtración.

Parece evidente que entre espías anda el juego. Y en el duelo del viernes en el banquillo, lo que más debió doler al comisario jubilado es que Sanz Roldán expresara serias dudas de que él hubiera tenido que ver, de verdad, de verdad, con los importantes encargos del Estado de cuya relación de se ha jactado siempre. Un golpe bajo que el policía aún debe estar rumiando.

En resumen, un espectáculo bochornoso del que no se salva nadie. En donde, el auténtico protagonista es el anterior monarca, cuya mala cabeza y pésimas actuaciones han dado pie a la aparición de espías de pacotilla, aventureras interesadas, dineros irregulares, muchas falsedades y, sobre todo, al desencanto de los ciudadanos.