Manuela Carmena, actual alcaldesa de Madrid, está siendo llevada casi cada día al Monte de los Olivos, en espera de ser crucificada en cualquier momento. Esperanza Aguirre no hace más que  fustigarla como si Carmena fuera una malvada. Se trata de la condesa de pitiminí, esa señora que comenzó su proyección política a todo gas, a partir del llamado tamayazo. Pasado bastante el tiempo, Aguirre creyó que pronto iba a ser ella la reina de Génova, una vez caído Mariano Rajoy, lo que no sucedió como es bien sabido.

Sus sueños de poder se rebajaron claramente, pero ella pensó que, al  menos, seguiría gobernando en el Ayuntamiento de Madrid. No lo logró porque, de pronto, apareció Carmena rompiendo así más de veinte años de Ayuntamiento pepero. O sea, hablamos de esa derecha española que nació cantando el cara el sol y que no olvida al golpista asesino, Francisco Franco por la gracia de Dios, literal.

La portavoz municipal del PP madrileño ya no cuenta con el fervor público de Rouco Varela, mientras, su sucesor, Carlos Osoro, confraterniza sin reparos con Manuela Carmena

Pues bien, Esperanza ha perdido desde luego su esperanza de continuar mandando. Y la condesa de Bornos, en efecto, maltrata a Manuela cuanto puede.  La derechona, como se comprueba cada día, atropella periodísticamente a la alcaldesa. Hay medios de comunicación que, día a día, la atacan como si fuera la mala de la película. Y doña Esperanza se suma, a ver si la Manuela acaba crucificada.

Cierto es, sin embargo, que en estos tiempos complejos y peligrosos, la realidad presenta facetas novedosas. La portavoz municipal del PP en el Ayuntamiento madrileño ya no cuenta con el fervor público de monseñor Rouco Varela, retirado a su pesar. Mientras, su sucesor, Carlos Osoro, arzobispo y cardenal de Madrid, confraterniza sin reparos con la alcaldesa Manuela Carmena. Ambos coincidieron por segunda vez en la cena de Nochebuena para personas sin hogar, organizado por Mensajeros de la Paz. Una iniciativa del padre Ángel inspirada en los gestos del Papa Francisco hacia los desfavorecidos. ¡Viva!