No todas las noticias relacionadas con la conservación de la naturaleza resultan incómodas. El caso de la sorprendente recuperación de la cigüeña blanca es un buen ejemplo de cómo las tendencias al declive de una especie tan emblemática pueden revertirse si se toman las medidas adecuadas.  

Hace tan solo veinte años el Libro Rojo de los Vertebrados de España, informe que recoge el estado de conservación de las especies que forman la fauna ibérica y su grado de amenaza, clasificaba a la cigüeña blanca como “especie vulnerable” y remarcaba que la familiar zancuda podía llegar extinguirse debido a la pérdida de su hábitat natural, la proliferación de tendidos eléctricos, la contaminación por plástico de los nidos y el uso incontrolado de veneno en el campo.

Debido a éstas y otras causas no naturales, como el acoso directo o la caza ilegal, los censos venían marcando una progresiva y acentuada merma de sus efectivos: 14.500 parejas en 1948, 12.000 en 1957, 7.000 en 1974 y 5.000 en 1985, momento en el que se dispararon todas las alarmas. Pero a partir de ese año se produce una asombrosa recuperación (cerca de 8.000 parejas ya en el censo del 90) que marca un cambio radical de tendencia en estas aves.

Así, y según los estudios llevados a cabo por la organización conservacionista SEO/Birdlife la población actual de cigüeña blanca supera las 33.000 parejas reproductoras, lo que supone un espectacular incremento respecto a la delicada situación que atravesó la especie en los años 80

La recuperación de la cigüeña blanca responde, por una parte, a la campaña de instalación de nidos artificiales en campanarios, torres, chimeneas abandonadas, y otros asentamientos habituales de la especie llevada a cabo por los grupos conservacionistas.

Pero también obedece al desarrollo de un sorprendente proceso de adaptación a los nuevos tiempos que la ha llevado a convertirse en comensal habitual de los vertederos de basura, abandonando su condición de ave acuática cuyo destino iba unido al de los humedales, ecosistemas muy amenazados por la crisis climática y en plena regresión.

La respuesta evolutiva de la especie ha sido más o menos ¿porqué debo estar yo persiguiendo ranas por las últimas charcas si en los vertederos encuentro comida en abundancia? Y esa adaptabilidad, ejemplo de darvinismo, ha propiciado que la silueta de la cigüeña vuelva a señorear por estas fechas (“Por San Blas -2 de febrero- la cigüeña verás” dice el refranero) en territorios de los que había desparecido hacía más de medio siglo años, como Cataluña o el País Vasco.