Las negociaciones abiertas por los socialistas para conseguir la investidura de Pedro Sánchez como presidente del gobierno están centradas sobre todo en ERC. A partir del acuerdo de coalición gubernamental de izquierdas alcanzado por PSOE y UP, los negociadores socialistas parecen haberse asegurado ya los apoyos de PNV, MP, CC-NC, PRC y TE, con un total de 167 votos sobre 350 y, por tanto, por debajo de los 176 de la mayoría absoluta requerida en primera votación. En una oposición radicalmente contraria, la suma de los diputados de PP, Vox, C’s y NS es inferior, de solo 153 apoyos, sin posibilidad alguna de añadir nuevos apoyos. Contrarios a la investidura de Sánchez son también los 2 diputados de las CUP, en línea con los 8 de JxCat, lo cual eleva a 163 los votos en contra de la investidura del socialista Pedro Sánchez. De ahí la importancia decisiva del voto de los 13 diputados de ERC, a los que tal vez podrían sumarse los 5 de EH-Bildu y tal vez 1 de BNG. Son 13 votos, quizá  hasta 19, que incluso con su simple abstención permitirían la investidura de Sánchez como presidente de un gobierno de coalición progresista y de izquierdas, el primer gobierno de coalición en los últimos ya más de cuarenta años de democracia recuperada.

Se me hace difícil de entender que partidos como ERC, JxCat, EH-Bildu, CUP o BNG puedan acabar votando lo mismo que PP, Vox, C’s y NS. Ya sé que la política hace extraños compañeros de cama y que las razones de unos y otros pueden ser no ya distintas sino hasta radicalmente opuestas. Pero el resultado, si se llegara a producirse, sería inevitablemente el mismo: la convocatoria de nuevas elecciones -¡las terceras en menos de un año!-, con el lógico hartazgo de la ciudadanía y con el grave riesgo de que finalmente las derechas acabaran sumando y alcanzasen de nuevo el poder en España, con todo cuanto ello podría representar de retroceso en políticas económicas, sociales, culturales y territoriales.

Hay un dato, en las negociaciones abiertas entre los socialistas y ERC, al que apenas nadie ha prestado atención: la presencia de un representante del PSC, Salvador Illa​. El secretario de Organización de los socialistas catalanes, hombre de la absoluta confianza del primer secretario del PSC, Miquel Iceta, tuvo ya un destacado papel en las negociaciones llevadas a cabo por su partido después de las últimas elecciones municipales; negociaciones no solo con los Comuns sino también con ERC y con JxCat, y también con Manuel Valls y su entorno. Poco locuaz pero resolutivo y con constatada solvencia en las negociaciones, Salvador Illa puede y debe ejercer un papel fundamental en los diálogos actuales entre los socialistas y ERC. De ahí la importancia de su presencia en el equipo negociador socialista. De ahí también que en los comunicados figuren las siglas de PSOE y PSC. Porque lo que se negocia ahora entre los socialistas y ERC será sin duda decisivo para alcanzar finalmente un pacto que haga posible la investidura presidencial de Pedro Sánchez, pero puede acabar siendo tanto o más decisivo para abrir una vía legal que permita la resolución del doble conflicto político y social planteado por el desafío secesionista, primero en Cataluña y también en el conjunto de España.

Si PSOE y PSC logran finalmente un acuerdo con ERC que haga finalmente posible la investidura presidencial de Pedro Sánchez, no solo habrán dado un paso decisivo para que una coalición gubernamental progresista y de izquierdas se ponga definitivamente en marcha. También habrán abierto todo tipo de puertas y ventanas en la política catalana, tan necesitada de aire fresco.