La creciente redundancia informativa en medios de comunicación y redes sociales tiene una consecuencia dramática: un conocimiento menguante sobre la realidad, que es plural y diversa. En la redacción de cualquier medio se reciben a diario varios centenares de noticias, pero solo se publican un porcentaje que no llega ni al 10%. Esto ocurre en emisoras de radio, cadenas de televisión, prensa escrita y digitales. El problema radica en que se le dedica la mayor parte del espacio a una minoría de temas que son los que integran la agenda del día.

Esto ha ocurrido desde que existen los llamados "mass media" en la segunda mitad del siglo XX. Pero con la eclosión de las redes sociales, la multiplicación de los medios digitales y la mensajería instantánea tenemos la sensación de vivir en la era de la información inagotable, pero, paradójicamente, nuestra comprensión del mundo es cada vez más limitada.

Los medios no nos dicen qué pensar (no siempre), pero sí sobre qué es lo que tenemos que pensar y prestar atención. Nos hacen la agenda. Al centrarse solo en los temas del día, crean un falso sentimiento de que el mundo solo está compuesto por esos pocos asuntos.

Si oímos los informativos de una emisora de radio a lo largo de varias horas, comprobamos que los temas se repiten y que apenas hay variaciones respecto al primero de la mañana. Lo mismo ocurre con los informativos de televisión. En los medios digitales, las portadas cambian, pero se mantienen los temas dominantes del día, que varían su ubicación.

Pero la situación se ha alterado con la irrupción de la polarización inducida en buena parte por el sesgo de los algoritmos, las estrategias de desinformación y la elaboración industrial de bulos.

Se cubre el mismo evento desde diez ángulos diferentes (o, a veces, el mismo ángulo diez veces), marginando o desplazando la cobertura de temas estructurales, regionales o minoritarios. Las versiones en papel o PDF de los periódicos más rigurosos y responsables incluyen cada día un centenar de noticias, una cifra que se ve reducida en un informativo de radio o TV a una horquilla de unos 15-20 temas diferentes.

La realidad es plural, diversa y compleja. Al recibir solo un eco magnificado de lo que es políticamente relevante en el momento, el público pierde la visión de conjunto. En los medios se descartan de manera sistémica las innovaciones científicas y tecnológicas no polémicas, logros sociales a nivel municipal o regional, crisis humanitarias silenciadas por la distancia o problemas estructurales que requieren un abordaje sosegado, por señalar algunos ejemplos.

El descarte de noticias y enfoques que no coinciden con la agenda fijada para el día crea una exclusión informativa y cultural de consecuencias muy negativas para iniciativas ciudadanas o empresariales, que no encuentran siquiera un hueco pequeño en el ecosistema comunicacional actual.

La abundancia de canales y la repetición constante no han traído mayor conocimiento, sino una uniformidad anestesiante que fomenta un desinterés por todo lo comunitario y un narcisismo individualista de consecuencias devastadoras para la salud mental personal y colectiva. 

Hay que fomentar, por tanto, unas audiencias más exigentes y unos medios más responsables con sus lectores, oyentes o espectadores, en los que sus criterios de selección sean más incluyentes y abiertos a las necesidades colectivas de la mayoría de la población. 

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