Escribo este artículo cuando la política española está de nuevo en un tiempo añadido o de descuento. Todo apunta a que, por muy desgraciado e insensato que sea, los ciudadanos españoles con derecho a voto volveremos a ser convocados de nuevo a las urnas el próximo día 10 de noviembre para elegir a nuestros diputados y senadores en las Cortes Generales, para ver si todos ellos, de una puñetera vez, se ponen al fin de acuerdo y hacen definitivamente posible la investidura de alguien que ejerza el cargo de presidente del Gobierno de España durante la próxima legislatura.

Con el mundo entero que teme el inicio de una nueva crisis económica, con las amenazas derivadas tanto del creciente empuje de los nacionalpopulismos como de distintas zonas geoestratégicas a punto de estallar, del cambio climático provocado por el calentamiento global, la crisis energética y las grandes migraciones, con la Unión Europea que sufre ahora su peor crisis con un Brexit de consecuencias por ahora impredecibles pero que en ningún caso van a ser positivas, y con España en pleno proceso de implosión a causa del desafío político, institucional, judicial y sobre todo social que representa el reto planteado al Estado por el independentismo catalán, resulta que la insensatez de unos y otros nos conduce de nuevo a las urnas.

Nacido en 1947, soy de los ciudadanos de este país que durante muchos años ansiamos poder finalmente nuestro derecho al voto. No pude hacerlo hasta que tuve 30 años de edad. Lo he hecho en todas las ocasiones en que he sido llamado a las urnas, en comicios generales, autonómicos, locales y europeos, así como en todos los referendos legales. Seguiré haciéndolo. Seguiré votando. Lo haré a pesar de todo, sea cual sea la convocatoria y sean quienes sean los candidatos. Hasta ahora lo he hecho siempre a favor de una candidatura concreta, siempre progresista y de izquierdas, socialista. No obstante, lo que en estos momentos me pide el cuerpo, lo que me sale de las vísceras y las entrañas, es mandarles a todos al cuerno. Lo que me pide el cuerpo es decir alto y claro, a través de mi humilde voto personal y secreto, que estoy ya harto de tantas partidas de póker, de tanto jugar a la ruleta rusa, de tanto mal teatro político…

Seguiré haciéndolo. Seguiré votando. Lo haré a pesar de todo, sea cual sea la convocatoria y sean quienes sean los candidatos

Vamos a ver, si desde que conocimos los resultados oficiales y definitivos de las últimas elecciones generales quedó muy claro que solo el socialista Pedro Sánchez tenía posibilidades reales de ser investido de nuevo como presidente del Gobierno, ¿por qué llevamos tantos meses de provisionalidad, sin que no se alcance un acuerdo, por mínimo que sea, para investirle? Ya sé que las responsabilidades están repartidas y son compartidas por todas o casi todas las fuerzas políticas con representación parlamentaria. Comenzando por el mismo Pedro Sánchez y el PSOE, pero también por Pablo Iglesias, Unidas Podemos y todas sus confluencias. Y asimismo por otros grupos políticos -ERC, PNV, PDECat, EHBildu...- que en su momento hicieron posible la primera investidura de Sánchez como sustituto de Mariano Rajoy. Y también, no lo olvidemos, por esos partidos de las derechas hispánicas metidas en un nuevo proceso de reunificación -PP, C’s, Vox...-, que con tanto ardor verbal defienden a España, pero prefieren apostar por la inestabilidad con el nada secreto deseo de hacerse con más parcelas de poder político e institucional.

Aunque esté ya hartado, fatigado, hastiado y cansado de tanta insensatez, por mucho que el cuerpo me reclame mandarles a todos al cuerno para siempre, no lo haré. Preferiría no tener que volver a votar el próximo día 10 de noviembre, entre otras razones porque yo ya hice mi trabajo y voté, al igual que tantos millones de conciudadanos, mientras que nuestros representantes electos llevan ya no sé cuántos meses sin ponerse de acuerdo en algo tan básico como la investidura presidencial. Con o sin coalición o cooperación, con o sin acuerdo programático, con o sin lo que se les ocurra, llevan ya demasiado tiempo mareando la perdiz. A pesar de todo esto, yo iré a votar el próximo día 10 de noviembre. Una vez más votaré socialista. En concreto, PSC. No obstante, no sé si lo haré por última vez. Porque lo que me pide el cuerpo, hoy y aquí, es votar nulo.