El primer día del juicio al Procés, Santiago Abascal, líder de Vox, apareció por la Plaza Villa de París, junto al abogado de la formación que ejerce la acusación popular y su segundo de a bordo, Javier Ortega Smith, pisando fuerte, casi en una precampaña electoral sobrevenida y deseada. Por su parte, el president Joaquim Torra llegaba también al Tribunal Supremo, como máxima representación de apoyo de sus correligionarios procesados. Ambos eran, sin duda, la novia en la boda, el muerto en el entierro y el niño en el bautizo. Torra acudía además en delegación de su antecesor y jefe in péctore, Carles Puigdemont, aún huido al día de hoy.

Desde el principio quedó claro que a los soberanistas no les entra en la cabeza que un juicio es un juicio y que la negociación política es otra cosa. Así lo dejaron en evidencia los abogados defensores en la primera sesión, recorriendo todo tipo de agravios que en su opinión determinan este proceso: Vulneración de todos los derechos, desde al de la intimidad o al de manifestación; causa general contra el independentismo e incluso, los problemas de Oriol Junqueras para ir a misa en prisión, lo que suponía, consideraron, un atentado a la libertad de culto.  Al día siguiente, el fiscal Javier Zaragoza, respondió con contundencia definiendo las expresiones de los letrados como “libelos acusatorios con una visión distorsionada de la realidad". “Han cuestionado la calidad democrática de España y eso no es tolerable”, remachó.

Desde el principio quedó claro que a los soberanistas no les entra en la cabeza que un juicio es un juicio y que la negociación política es otra cosa

Lo cierto es que, ante la atenta mirada de todo aquel que desee asistir de modo online o por televisión, gracias a la retransmisión en directo de la causa, el presidente del tribunal Manuel Marchena está haciendo gala de una postura exquisita. Por ejemplo, cortó la solicitud de uno de los abogados de la acusación de que se eliminara el lazo amarillo que exhibía uno de los acusados, en aras de la libertad de expresión.

El presidente del Parlament, Roger Torrent, decía ayer que la declaración del exvicepresidente catalán, Oriol Junqueras, se leerá "en los libros del futuro". No sabemos qué pasará en el porvenir, pero al día de hoy, cuando Junqueras inició su discurso, tras definirse como preso político, enumeró los valores de los soberanistas, por orden de importancia, como buenas personas, demócratas, republicanos e independentistas. Junqueras esbozó por tanto la habitual realidad paralela de independentistas buenos y Estado reprochable y malo. Su discurso era triple: para la Sala (quizás el menos importante), para la tele (o sea, para el mundo) y para Puigdemont, a modo de aviso a navegantes, porque lo que también está en juego es qué partido predomina en el complejo mundo independentista, y lo que sí se percibe es que Junqueras quiere mandar. Todo en el marco de un show complejo que no sabemos a qué nos conducirá ni si será de provecho para los catalanes.

Enric Sopena es Presidente ad Meritum y fundador de ElPlural.com