Nadie puede dudar del valor del Rey en la historia contemporánea de España. Nadie, ni siquiera una España que es mayoritariamente republicana y que acepta al monarca como Jefe del Estado y como resultado del pulso de la transición.

Le confiere los españoles al Rey el valor que le otorga el artículo 56 de la Constitución  y, además de irresponsable e inviolable, le establece toda una serie de funciones que llevan consigo la dignidad de la Jefatura del Estado.

Y sobre esa misma dignidad no es de recibo que se dedique a cazar elefantes, especie sobre la que la mismísima ONU insta a proteger. La mayor parte de los organismos internacionales de protección a la fauna requieren medidas que eviten la caza indiscriminada de este bello animal.

Pero peor aún es el error al que se somete al Jefe del Estado exponiéndole a los regalos de empresarios privados cuya generosidad siempre tendrá la contrapartida de un favor, que seguramente niegue el Rey, pero que se evita negando recibir presentes, tanto en forma material como a modo de viajes y cazas.

La explicación del Consejo de Ministros, además de contradictoria, muestra el enorme despiste de Moncloa en relación a los movimientos de la Casa del Rey. Una cosa es el respeto por la intimidad y otra, bien distinta, no saber qué hace Zarzuela o qué lugar se ocupa en el universo.

La República, si viniera, se impondría por sus propios méritos, no porque el Jefe del Estado cometiera un error aún imperdonable. La Casa del Rey tiene derecho a equivocarse, pero no, en modo alguno, a esconderse tras la intimidad actuaciones que cuando menos producen sonrojo.

Es hora de pedirle responsabilidades al monarca, al presidente del Gobierno y a todos aquellos que cometieron este error, tan escasamente de recibo, en un viaje que esperemos no tarde en olvidarse.

Los hombres y mujeres públicos se deben, en cuerpo y alma, a la dignidad del cargo que representan. Su vida privada no puede ser ajena a la función sobre la que trabajan. Y, por supuesto, conviene recordar que el futuro del Estado no depende de la descendencia, sino de la democracia, de la voluntad en suma de todos y cada uno de los españoles.

Antonio Miguel Carmona es miembro del Comité Federal del PSOE.

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