Cuando se hunde a millones de personas en la pobreza, se rebajan las pensiones, se obliga a los ancianos a elegir entre las medicinas o la comida, a personas dependientes a ofrecer su casa en prenda sólo para poder vivir dignamente, cuando se toma cualquiera de estas medidas, se está acabando con vidas humanas. Estas medidas responden a decisiones conscientes tomadas por quienes nos gobiernan en un despacho, y responden no sólo a una decisión, sino a una elección: esquilmar a los débiles o tratar de ingresar el dinero que se necesita cobrándoselo a los más ricos. Se podría llegar a entender que en su particular universo estos políticos hayan llegado a creer que el despido libre, la subida del IVA y demás impuestos indirectos, o la subida del precio de los consumos básicos, van a ayudar al final a que se produzca una recuperación económica que beneficie a todos. Lo cierto es que eso no va a ocurrir y está más que demostrado, pero podríamos creernos que ellos lo creen. Sin embargo no hay otra razón que la pura inhumanidad cuando se atacan los ingresos de personas que están enfermas o son ancianas y cuyas vidas no tendrán recuperación posible. Se les destruye por decreto y se quedan tan tranquilos; se van a disfrutar de la vida al fútbol.

Lo cierto es que cuando a estos políticos se les escapa algo que no estaba en el guión, cuando se comportan con naturalidad, ajenos a las cámaras, entonces se ve claramente su verdadera naturaleza y se comprueba como, en ningún momento, sienten otras cosa que desprecio por esas personas a las que están destrozando la vida. Sienten por nosotros un enorme desprecio de clase. Eso es lo que reflejan las palabras de Merkel “exigiendo” a los estados que cumplan no sé qué compromisos que la gente que tiene que pagar no ha adquirido, como si los estados no estuvieran compuestos por personas; o las palabras de los ministros de economía o del mismo Rajoy, cuando hablan de “más sacrificios” como quien dice “más madera”, y encima nos regañan por no “sacrificarnos” lo suficiente. Las palabras de Christine Lagarde despreciando el sufrimiento de los griegos, uno de los pueblos más machacados de Europa, eran perfectamente reveladoras de la inhumanidad de estos dirigentes y de su alejamiento absoluto, estratosférico, de las vidas de las personas corrientes.

Se pueden tratar de reducir el déficit sin necesidad de hundir la vida de los más pobres, ancianos o enfermos. Una de las maneras de hacer esto es tratar de repartir, de verdad, la carga del ajuste, como ha hecho Hollande. Y también se puede, como hacen Rajoy, Merkel o Cameron, decidir que esta crisis la pagan, como sea y al precio que sea, los pobres porque no les cabe en sus cabezas que los suyos paguen por nada. Y se puede tratar de llevar el sadismo al límite y aplicar políticas que no sirven para nada sino para humillar; que sólo sirven para demostrar quién manda, para meter miedo y que nos aterremos. No otra cosa es quitar el tratamiento médico a los inmigrantes irregulares. No ahorra nada y a la larga saldrá más caro en términos de salud pública, pero nos advierte a todos/as del poder sobre la vida y la muerte que atesoran estos sádicos inclementes. Por no hablar de quitarles el agua a los enfermos, como acaba de ocurrir en los hospitales de la misma Cospedal que se está construyendo un palacio, o de quitar la merienda a los presos, la misma medida que ya intentó Aguirre con los enfermos madrileños, quitarles las galletas. Estas medidas son ridículas en términos de ahorro, pero son muy efectivas en términos de control social porque nos aterran a todos y nos lo dejan bien claro: pueden matarnos, quitarnos las medicinas de nuestros hijos, pueden hacer de nuestra vejez un infierno, así que más vale que nos callemos y aceptemos todo lo que no parezca la muerte inmediata. Se trata de aprovechar la crisis para imponernos un castigo. Por una parte se nos castiga por habernos atrevido a pensar que teníamos derecho a vivir vidas dignas sólo por el hecho de haber nacido y por la otra deben pensar que la mejor defensa es un buen ataque, no vaya a ser que nos revolvamos demasiado y nos demos cuenta de la realidad y les echemos y les hagamos pagar por el sufrimiento que inflingen. Habrá que ver cuánto aguantamos y por dónde se rompe al final la cuerda.

Beatriz Gimeno es escritora y expresidenta de la FELGT (Federación Española de Lesbianas, Gays y Transexuales)
http://beatrizgimeno.es