La manifestación de ayer en Madrid, convocada por el Partido Popular, ha resultado un rotundo fracaso. A pesar de haber movilizado más de 2.000 autobuses desde todo el país, apenas lograron reunir a unas 50.000 personas. Una cifra muy por debajo de sus expectativas y muy lejos de la épica que la derecha trató de vender. Ni las cámaras del Ayuntamiento de Madrid, que Almeida ordenó apagar, pudieron maquillar el pinchazo en toda regla. Muchos autobuses llegaron medio vacíos. Por cierto, Sr. Feijóo, cuando la gente en el acto le gritaba a Ayuso: “Tú sí que vales”, ¿eso significa que el que no vale… es usted?

Este fiasco ha sido el colofón a una semana en la que el PP ha dejado claro que no está en política para resolver los problemas de los ciudadanos, sino para crearlos y amplificarlos. Lo hemos visto con claridad en la reciente Conferencia de Presidentes celebrada en Cataluña. Mientras el Gobierno de Pedro Sánchez proponía un gran pacto por la vivienda, los barones del PP solo mostraron interés en reventar el encuentro. Lo suyo no es el diálogo ni el acuerdo. Lo suyo es el sabotaje.

Si Ayuso, Mazón o Moreno Bonilla no tenían intención de aportar nada, ¿para qué fueron? Podrían haberse quedado en casa y los españoles nos habríamos ahorrado el coste de sus desplazamientos, dietas, equipos de comunicación y personal de confianza. Pero no: acudieron a hacer lo único que saben hacer últimamente: montar ruido, provocar y no contribuir en nada. Ni una sola propuesta. Ni una sola idea.

El caso más vergonzoso fue el de Ayuso, que abandonó la sala en cuanto el Lehendakari Pradales comenzó a hablar en euskera. Se levantó sola, sin educación institucional y sin respeto por la diversidad lingüística recogida en nuestra Constitución.  A pesar de que el president de la Generalitat y anfitrión, Salvador Illa, puso en valor que por primera vez se podían usar las lenguas cooficiales en este foro, solo una presidenta se negó a respetarlo: Ayuso.

¿Qué pretende demostrar con estas salidas de tono? ¿Que desprecia lo que no entiende? ¿Que le molesta una lengua que es oficial en su propio país? Mientras ella se marchaba, Alfonso Rueda -presidente de Galicia- intervino en gallego y fue escuchado con respeto por todos. Todos los presidentes se mantuvieron en su sitio. Todos, menos ella.

Pero más allá del gesto irrespetuoso, la intención era clara: calentar motores para la manifestación de ayer. Crear la máxima tensión para justificar una movilización que ha resultado ser una de las más escasas del PP en los últimos tiempos. Porque cuando se carece de propuestas, solo queda el ruido. Y eso es todo lo que tiene el PP.

Tanto que critican Ayuso y Feijóo al Gobierno y qué pocas críticas se les ha escuchado dirigidas hacia la desastrosa gestión de Mazón en la Comunidad Valenciana. Tras siete manifestaciones ciudadanas pidiendo su dimisión por su lamentable papel durante la DANA, ¿por qué Ayuso no exige elecciones allí? ¿Por qué Feijóo no se lo plantea? ¿Dónde está la coherencia?

Pero más allá del ruido y las provocaciones, lo verdaderamente grave es lo que el PP rechaza. En la Conferencia se les ofreció participar en un gran acuerdo por la vivienda. Los precios han subido un 12,2% en el primer trimestre del año -el mayor aumento en 18 años-, el Gobierno de Pedro Sánchez propuso triplicar la inversión pública hasta los 7.000 millones de euros. ¿Y qué hizo el PP? Dijo que no. Otra vez, que no.

El PP dijo no a miles de jóvenes sin posibilidad de emanciparse. Dijo no a familias asfixiadas por alquileres imposibles. Dijo no a trabajadores ahogados por las hipotecas. Les dio la espalda a millones de españoles. Prefieren una foto con Vox antes que una vivienda digna para todos.

Cinco comunidades sí decidieron firmar acuerdos: Cataluña, Euskadi, Navarra, Canarias y Asturias. Se repartirán 1.500 millones de euros para construir vivienda pública. ¿Y las doce gobernadas por el PP? Se marcharon sin firmar nada. Por voluntad propia. ¿Les dirán algo los ciudadanos que viven en esas regiones? ¿Les exigirán responsabilidades por haber priorizado la confrontación al bienestar?

El PP ha vuelto a dejar claro que no le interesa la vivienda, como tampoco le interesa el empleo ni la sanidad pública. Su estrategia es clara: sembrar crispación, reventar acuerdos, bloquear cualquier avance. No presentan propuestas, ni ideas, ni alternativas. Solo un “no” sistemático.

Y lo más preocupante es que esto no es un desliz, es una estrategia premeditada. Feijóo ha dejado de liderar. Ya no manda en su partido. Ayuso marca la agenda, impone el tono y guía cada movimiento. Él solo asiente. Vacío de liderazgo. ¿Quién manda realmente en el PP? ¿Feijóo o una presidenta cada día más radicalizada que utiliza Madrid como plataforma para su carrera personal?

Por eso, la pregunta ya no es por qué el PP dijo que no. La pregunta es: ¿Hasta cuándo van a seguir haciéndolo sin pagar un precio político por ello? ¿Hasta cuándo una parte del electorado seguirá justificando que sus líderes abandonen las mesas, boicoteen soluciones y se marchen sin firmar nada?

España necesita una oposición seria y responsable, no un grupo de saboteadores institucionales. Mientras el PP siga instalado en el no, en el insulto y en el bloqueo, seguirán siendo parte del problema. Y la ciudadanía tiene el derecho —y la obligación— de darse cuenta. Porque quien se levanta de la mesa, le da la espalda al país.

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