“Así pues, el que desee la paz, que se prepare para la guerra. Quien quiera conseguir la victoria, que entrene a sus soldados con diligencia. Quien aspire al éxito que luche con estrategia, y no lo deje al azar. Nadie se atreve a provocar u ofender a quien ve como superior en el combate.” De re militari, Flavio Vegecio (siglo IV d.C.).

Recientemente, tanto el presidente de la República Francesa, Emmanuel Macron, como la Canciller, Angela Merkel, han propuesto la creación de un ejército europeo. Macron señalaba que "debemos tener una Europa que se defienda por sí misma, sin depender de EEUU". Esta propuesta ha surgido tras la decisión de los EEUU de abandonar el Tratado de Eliminación de Misiles de Corto y Medio Alcance, algo que afecta directamente a la seguridad y vulnerabilidad de Europa. A esto se le suma la petición de Trump de aumentar el presupuesto europeo militar dentro de la OTAN, hasta alcanzar el 2% del PIB.

Los países europeos están muy alejados del esfuerzo en gasto militar propuesto por Trump. Sólo Grecia, Francia, Chipre y Reino Unido tienen un gasto militar de alrededor del 2% del PIB.

Gasto militar como peso del PIB, 2017. Fuente SIPRI

El gasto militar de Grecia y Chipre se justifica debido a las décadas de tensión con respecto a la soberanía de Chipre y su vecina Turquía. Comparando el gasto militar de los países europeos con el resto de las potencias geoestratégicamente influyentes, Europa están muy lejos. Sólo la pertenencia a la OTAN apuntala la seguridad militar europea. Sorprende que China realice un gasto militar del 1,9% del PIB frente al 3,1% de EEUU No tardaremos mucho en ver la convergencia entre ambos. Esto no es una llamada a la carrera armamentística, pero si un baño de realidad para los líderes europeos cuando pretenden tener un mayor peso geopolítico en las decisiones multilaterales para el mantenimiento de la paz y la defensa de los derechos humanos en el mundo.

La motivación de la creación de la OTAN fue la de reasegurar una barrera contra una posible agresión soviética en la Europa occidental. La voluntad de compartir información entre los países europeos occidentales en materia de defensa y seguridad constituyó un hito histórico. La OTAN sirvió como un mecanismo de disuasión de cualquier agresión militar entre dos bloques claramente identificados durante la guerra fría. También ha evitado conflictos armados entre los diferentes miembros de la Alianza. Hoy no existen esos dos bloques. Es, por tanto, cuestionable mantener la estructura y organización de la OTAN como se hacía durante la guerra fría. Ese parece ser el debate.  

Hay que preguntarse si en el siglo XXI, ¿tendría sentido la existencia de unas Fuerzas Armadas Europeas?, y ¿cuáles serían los fundamentos del uso de la fuerza militar frente a los desafíos del siglo XXI? En otras palabras, si tendría sentido tener una seguridad común europea en el actual escenario internacional, dándole un mayor peso al desarrollo de la política de defensa y seguridad común europea.

Los cambios geopolíticos y geoestratégico globales, sumado a los efectos del cambio climático, están generando eventos catastróficos y escasez de recursos vitales como el agua, lo que amenaza con tensiones internacionales futuras. Todo indica que pudiera ser necesario mantener unas capacidades militares comunes que permitieran tener un papel fundamental tanto en operaciones internacionales de paz, como humanitarias o ante desastres naturales. Entre otras razones, porque una fuerza militar tiene la suficiente flexibilidad y unas características únicas de comando y control, adaptabilidad, despliegue y conocimientos. Y, en los tiempos que corren, el tamaño sí importa.

La utilidad de una seguridad común europea sería la de instrumento vital para prevenir conflictos y una herramienta fundamental para la política exterior europea. Ninguno de los estados miembros por si solos tiene ni el poder ni los recursos necesarios para dar respuesta a las amenazas geoestratégicas actuales ni para aprovechar las oportunidades y futuros retos que se presentan. Sumando esfuerzos, sí. El potencial es enorme. La red diplomática de los países europeos está extendida y enraizada en todos los rincones del mundo. Si se espera que la Unión Europea desempeñe un papel principal, en particular como proveedor mundial de seguridad y de los valores democráticos, una política seguridad común es elemental.

El Consejo Europeo ya ha aprobado en diversas ocasiones proyectos militares conjuntos con los respectivos ejércitos nacionales tanto en la cooperación de la inteligencia como en la industria armamentística. Sin embargo, la creación de un ejecito común parece una idea lejana.

¿Tendría sentido la existencia de unas Fuerzas Armadas Europeas? ¿Cuáles serían los fundamentos del uso de la fuerza militar frente a los desafíos del siglo XXI?

El eje franco-alemán quiere dar a la UE capacidades sin abandonar las responsabilidades con la OTAN. Detrás subyace la idea de que las tensiones diplomáticas con vecinos como Rusia se desarrollarían de forma diferente. También la idea de que un ejército común proporciona una misma bandera bajo un mismo mando militar, lo que cerraría, si cabe aún más, la posibilidad de conflictos dentro de la UE. Un verdadero ejército europeo significaría una auténtica fusión de las fuerzas armadas europeas.

Por el momento, el Consejo Europeo ha impulsado la cooperación entre Grecia y Chipre, que liderarán un proyecto para establecer una escuela de entrenamiento de inteligencia. Francia, junto a Bélgica, trabajarán en un proyecto industrial para desarrollar un nuevo misil de mediano alcance. La Organización para la Cooperación Conjunta en Materia de Armamento europeo ha encargado a Airbus Helicopters, en nombre de las agencias de armamento francesas, alemanas y españolas, la mejora para dotar al helicóptero de combate Tigre de capacidades de batalla de próxima generación. Y, así se podría continuar enumerando otras acciones conjuntas.

Unas Fuerzas Armadas europeas, junto con una política de seguridad común, permitirían tomar decisiones conjuntas a la hora de decidir qué países son o no susceptibles de mantener relaciones comerciales militares con la industria militar europea. Después de la polémica de la venta de armas a Arabia Saudí, el desarrollo de una política de defensa común permitiría tomar decisiones estratégicas a largo plazo y evitar este tipo de situaciones en las que se combinan los intereses particulares de cada país. Hay que tener en cuenta que la industria militar europea tiene un gran impacto económico en los diferentes países. Cuando varios países europeos han unido sus esfuerzos en materia industrial, como es el caso de Airbus, las economías de escala y la combinación de capacidades han permitido poner en valor la tecnología europea conjunta.

Según el Instituto Internacional de Investigación de la Paz de Estocolmo, el SIPRI, en 2017, de los 10 primeros países exportadores de armas del mundo 6 eran europeos (Países Bajos, Italia, España, Reino Unido, Alemania y Francia). Las ventas internacionales de armas han aumentado en un 10% en los últimos cuatro años. La suma de las exportaciones de solo estos seis países europeos representa el 25% del total mundial. EEUU exporta el 34%, Rusia el 22% y China un 5,7%. Por lo tanto, parece que Europa tiene una industria militar con gran capacidad tecnológica y competitiva.

La Comisión Europea lanzó el Fondo Europeo de Defensa para invertir en proyectos industriales militares europeos. No se debe de olvidar que detrás de los mayores avances tecnológicos de las últimas décadas se encuentran los desarrollos en I+D en la defensa de los EEUU Internet es el mayor ejemplo. En este sentido, cuando se habla de seguridad y ejercito común no se puede olvidar la nueva amenaza, los ciberataques. El Centro Nacional de Inteligencia español calcula que a final de 2018 España habrá sufrido 38.000 ciberataques, un 43,5% más que en 2017. El informe Ciberamenazas y Tendencias 2018, publicado por el Centro Criptológico Nacional, señala que más de 100 países se dedican al espionaje utilizando tecnología y herramientas digitales.

¿Realmente, podemos seguir esperando a tener una política y estrategia común europea ante tantos desafíos? ¿Seguiremos teniendo 27 diferentes ejércitos, políticas de defensa y centros de ciberseguridad? Es una cuestión de Estado sumar esfuerzos y crear las sinergias europeas en la defensa y seguridad de todos los ciudadanos europeos y sus infraestructuras. Solo así se podrá garantizar que Europa continúe siendo un baluarte de los derechos y libertades. Lo contrario es mostrar una mandíbula cristal a los enemigos de la paz en el mundo. A final de cuentas, la influencia en la política internacional se ve reforzada por la capacidad para proyectar fuerza militar. Europa debe defender los valores democráticos. Ésta es su responsabilidad ante la historia.