El movimiento 15-M está aquí y continuará estando entre nosotros durante mucho tiempo. Lo que queda ahora por ver es cuál será su deriva inmediata, una vez finalizadas ya las acampadas. El principal referente ideológico de este movimiento es Stéphane Hessel, autor del lúcido panfleto “¡Indignáos!”, y tanto él mismo como su prologuista en la edición española del libro, José Luis Sampedro, coinciden en señalar que la indignación inicial debe dejar paso al compromiso político. Con todas sus ambigüedades, con todas sus contradicciones, incluso con todas sus disensiones internas, muy lógicas en un movimiento de carácter asambleario, el 15-M puede y debe dar origen a un replanteamiento radical de un sistema político, económico y social como el actual, sometido por completo, en un mondo ya inexorablemente global y globalizado, al dictado de los mercados financieros transnacionales. Su reivindicación está clara: “¡Democracia Real Ya!”.
Una democracia real que no sólo debe ser política sino también económica y social, en la que el poder político, como expresión cabal de la voluntad libremente expresada por la ciudadanía en las urnas, debe primar siempre sobre el poder económico. Y esto requiere compromiso político. Un compromiso político que pasa por las urnas. ¿Será casualidad que este actual 15-M que hoy, 15-J, cumple su primer mes de vida, nos remite a aquel ya tan lejano 15-J, el día 15 de junio de 1977, cuando por vez primera después de la dictadura franquista todos los ciudadanos españoles dejamos de ser súbditos y al fin pudimos elegir libre y democráticamente a nuestros legítimos representantes en unas elecciones legislativas?
Jordi García-Soler es periodista y analista político