Se equivocan todos aquellos que se empeñan en querer reducir el movimiento 15-M a la manifestación de un malestar generacional más o menos inconcreto o difuso, como se equivocan también todos aquellos que opinan que se trata de un simple fenómeno pasajero, del que no quedará apenas nada pasados tan sólo unos pocos meses. Como sucedió hace ya casi medio siglo con el Mayo del 68, el 15-M expresa la creciente indignación de muy amplios sectores sociales ante las consecuencias de una crisis que pone en cuestión las mismas bases del sistema imperante en el actual mundo globalizado, tanto a nivel político como económico y social. Los jóvenes, que han sido los que mayoritariamente se han concentrado durante estas últimas semanas en la madrileña Puerta del Sol, en la barcelonesa plaza de Catalunya y en tantos otros espacios públicos de toda España, son sólo la expresión más evidente y ruidosa de esta indignación. Porque todas las encuestas conocidas señalan que existe una muy amplia mayoría de la sociedad española que coincide no sólo con este sentimiento de indignación sino también con muchos de los motivos de la protesta e incluso con muchas de las propuestas de renovación y regeneración del sistema.

El movimiento 15-M está aquí y continuará estando entre nosotros durante mucho tiempo. Lo que queda ahora por ver es cuál será su deriva inmediata, una vez finalizadas ya las acampadas. El principal referente ideológico de este movimiento es Stéphane Hessel, autor del lúcido panfleto “¡Indignáos!”, y tanto él mismo como su prologuista en la edición española del libro, José Luis Sampedro, coinciden en señalar que la indignación inicial debe dejar paso al compromiso político. Con todas sus ambigüedades, con todas sus contradicciones, incluso con todas sus disensiones internas, muy lógicas en un movimiento de carácter asambleario, el 15-M puede y debe dar origen a un replanteamiento radical de un sistema político, económico y social como el actual, sometido por completo, en un mondo ya inexorablemente global y globalizado, al dictado de los mercados financieros transnacionales. Su reivindicación está clara: “¡Democracia Real Ya!”.

Una democracia real que no sólo debe ser política sino también económica y social, en la que el poder político, como expresión cabal de la voluntad libremente expresada por la ciudadanía en las urnas, debe primar siempre sobre el poder económico. Y esto requiere compromiso político. Un compromiso político que pasa por las urnas. ¿Será casualidad que este actual 15-M que hoy, 15-J, cumple su primer mes de vida, nos remite a aquel ya tan lejano 15-J, el día 15 de junio de 1977, cuando por vez primera después de la dictadura franquista todos los ciudadanos españoles dejamos de ser súbditos y al fin pudimos elegir libre y democráticamente a nuestros legítimos representantes en unas elecciones legislativas?

Jordi García-Soler es periodista y analista político