Ciutadans de Catalunya, ja sóc aquí”. Estas palabras pronunciadas por Josep Tarradellas, ponían fin simbólico a la dictadura franquista y daban la bienvenida a la democracia naciente. Ya entonces estaba marcando distancias con quien sería su sucesor al frente de la Generalitat de Catalunya, Jordi Pujol i Soley. Este no tardó en afearle el hecho de que utilizara la palabra ciutadans y no catalans. Lo cierto es que elegir el término ciutadans no era gratuito, quería aludir a todos los habitantes de Cataluña y no solamente a los nacidos allí.

Contaba un veterano colega que Tarradellas le había dicho: “Este hombre (Pujol), en cuanto estalle el escándalo de su banco, se liará la estelada al cuerpo y se hará víctima del centralismo de Madrid”. Ya querrían los políticos que nos rodean ser tan precisos en sus pronósticos.

Josep Tarradellas era un político que abogaba por la convivencia en la diversidad y apostaba por una Cataluña plural, hospitalaria y solidaria. Si levantara la cabeza y viera lo que pasa estos días en Barcelona sobre todo, y también en otros muchos lugares de Catalunya, todos ellos magníficos y potentes, sufriría una enorme decepción. Mientras las calles se incendian, unos insensatos que se fueron de España, dan instrucciones a un presidente títere, creyendo que ha llegado su momento de gloria. Aunque ellos no lo crean, hacen creer que pronto se va a conseguir una Cataluña independiente.

Tarradellas, en su famosa carta al periódico La Vanguardia, en 1981, ya pronosticaba una quiebra en la convivencia, a partir de los intereses personales de Jordi Pujol y su familia. A los independentistas legítimamente convencidos, se sumaron los seguidores del muy honorable y se produjo una grieta en la sociedad que va a ser muy difícil de cerrar. Justo lo contrario al sueño de Tarradellas.

La convivencia que defendía el anciano President incluía la defensa de la cultura catalana, sin vulnerar los derechos de los castellano hablantes, y siempre desde un punto de vista no separatista respecto a España. Nadie está obligado a no ser separatista, pero los argumentos que se utilizan dibujando a Cataluña como un pueblo oprimido por el Estado central, se antojan absurdos. Las inaceptables palabras de la presidenta de la Asamblea Nacional Catalana, Elisenda Paluzie, que aseguró que los incidentes hacen visible el conflicto a lo largo del mundo, han pillado en fuera de juego hasta a los que defienden las movilizaciones de estos días. Además, son fiel reflejo del caos que viaja desde arriba abajo en la sociedad catalana. Basta con escuchar los insultos proferidos en la calle al diputado Gabriel Rufián por sus propios aliados, para saber que esto es un viaje a ninguna parte.

Ya lo dijo otro visionario, el periodista Josep María Lladó, haciendo gala de un humor envidiable, poco antes de morir y ante la victoria de José María Aznar: No os preocupéis porque yo me vaya, porque sois vosotros los que tendréis que aguantar.

Enric Sopena es Presidente Ad Meritum y fundador de ElPlural.com