El confinamiento sanitario que nos trajo la pandemia se nos ha olvidado ya, pero seamos sensatos y estemos atentos porque otros confinamientos pueden llegar. Más pronto que tarde nos podemos encontrar con el confinamiento climático. Es un concepto que aún no existe, pero que bien podría implantarse en la mayoría de las naciones afectadas por el calor extremo y no adaptadas al calentamiento global.

Un ejemplo reciente: en Manila, capital de Filipinas, el mercurio subió a 38,8°C y la sensación térmica a 45°C. Una situación que llevó a la suspensión de las clases presenciales la semana pasada. Más allá del cierre de escuelas, varios países, entre ellos Tailandia, también han aconsejado a la población que se quede en casa.

Y no es la primera vez que las poblaciones se ven obligadas a limitar sus movimientos por motivos climáticos. En Colombia, el 19 de abril, ante la histórica sequía que azota al país, el gobierno declaró un día libre en el sector público para reducir el consumo de agua y electricidad. El país vecino, Ecuador, tuvo que tomar medidas similares. El pasado mes de agosto, fue el gobierno iraní el que estableció oficialmente dos días festivos debido a las temperaturas extremas.

En España, el curso pasado se planteó la conveniencia de anticipar las vacaciones escolares por la ola de calor en Andalucía y otras comunidades por la falta de aire acondicionado en la mayoría de las aulas. Sin una adaptación real al cambio climático, cada vez más países se verán obligados a decretar confinamientos zonales o parciales, poniendo en peligro su libertad de movimiento o su acceso a la educación.

Europa registra desde hace varios años un incremento de refugiados climáticos que llegan a sus fronteras por el deterioro de las condiciones de vida en sus países de origen como consecuencia de los cambios en el clima: sequías, desertización y otras calamidades.

En el contexto descrito ya son muchas las administraciones públicas y organizaciones cívicas que trabajan en programas para habilitar refugios climáticos en centros educativos y otros espacios públicos para hacerlos más sostenibles y resilientes a la subida de las temperaturas y a sus consecuencias. Los parques, los jardines y las zonas de sombra son los mejores refugios frente al calor, por lo que hay que renaturalizar buena parte del diseño urbano que se ha hecho en las últimas décadas. Una referencia importante en esta línea de trabajo es la plataforma catalana de arquitectura El Globus Vermell con trabajos y proyectos repartidos por España.

Todos los esfuerzos que se hagan para mitigar el calentamiento global son pocos, pero la transición ecológica se ve frenada en la actualidad en la mayor parte de los estados por el negacionismo de las formaciones de ultraderecha que ponen obstáculos y desactivan las iniciativas relacionadas con la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).

En las elecciones europeas del 9 de junio nos jugamos también nuestra salud y las políticas para hacer frente al desastre climático, si gana el negacionismo ultra adiós al Pacto Verde y a otras muchas medidas ecológicas de la Unión Europea.