Sin embargo si se van adoptando medidas impopulares espaciadas en el tiempo la inseguridad produce mayor zozobra y el príncipe se hace odioso.

Como se sabe, el genial político florentino se inspiró para escribir “El Príncipe” en el astuto monarca aragonés Fernando el Católico y en el valenciano César Borgia.

Estoy convencido de que el príncipe Rajoy, que pronto se instalará en el Palacio de la Moncloa, ha leído con detenimiento el pequeño librito del florentino contextualizándolo en gallego.

Ahora es pues el momento de que Mariano el Absoluto que, a diferencia de los príncipes a los que recetaba sus pócimas Maquiavelo, llega al poder no por medio del crimen sino elevado por una ola impresionante de votos, proceda a recetarnos las amargas medicinas que considera necesarias.

Es su turno democrático y tiene perfecto derecho a proceder de acuerdo con sus criterios que se sospechan pero que continúan en la niebla galaica.

Mariano Rajoy, a quien la prudencia se le supone, tendrá que proceder con extremada celeridad pues sabe que no va a contar con los cien días de cortesía que suelen otorgarse a los nuevos gobernantes.

El gallego no tendrá ni un día de gracia; será empujado minuto a minuto por el tirano de la prima de riesgo de la deuda soberana.

José García Abad es periodista y analista político

Ante su aplastante victoria no encontrará la menor objeción por parte del presidente en funciones para gestionar el “mientrastanto”, el mes que queda hasta que el gallego se instale en el palacio de La Moncloa.

El pobre Mariano no tendrá ni un minuto para recostarse en el diván de la arrogancia a la que llevan las mayorías absolutas, aunque los que se beneficiaron de ellas aseguraran el día de la victoria sus propósitos de humildad y colaboración con el derrotado.