Hace exactamente siete días dedicaba este mismo espacio al último gol de Maradona, y me refería a la exaltación de un ídolo que nunca debió serlo más allá de sus gestas en el terreno de juego. Nada dije entonces, sin embargo, de una heroína que sí ha de ser alabada, sean cuales seas sus gestas en el campo que, además, también lo merecen. Pero eso lo dejo a la prensa deportiva.

Seguro que mucha gente sabrá de quien hablo. O debería saberlo, por la importancia de lo que hizo. Por eso, no quise aprovechar la estela del fallecido, y creo de justicia dedicarle un artículo a ella solita.

Se trata, obviamente, de Paula Dapena, la futbolista que no quiso rendir homenaje a Maradona. Y no solo eso, sino que hizo evidente su oposición con un gesto cuya dignidad me emociona mucho más que los miles de minutos de silencio que se hicieron en los campos del mundo. Paula se sentó en el suelo y dio la espalda mientras el resto, con mayor o menor convencimiento, permanecía en pie en silencio en homenaje al Pelusa. Estoy segura que más deportistas pensaron lo mismo que Paula pero no se atrevieron a manifestarlo. Y no les culpo. Yo no sé si me hubiera atrevido. Por eso valoro tanto su hazaña.

Paula Dapena no se conformó, además, con este gesto tan lleno de significado, sino que lo subrayó con sus palabras, que dirigió a quien quisiera oírla. Ella no rendía ese homenaje porque estaría en contra de sus ideales feministas. Y tenía toda la razón, desde luego. Pero, aunque estoy segura de que hay muchas más personas con ideales feministas que visten calzón corto, solo ella tuvo la valentía de ser coherente.

Después he sabido, con enorme pena, que ha sido objeto de críticas y, lo que es peor, de amenazas. Algo que probablemente podría imaginarse cuando tomó la decisión de hacer lo que hizo, aunque no hubiera llegado a calibrar la magnitud. Y es que, como también declaró ella misma, a los futbolistas se les perdona todo. Sin embargo, -añado yo- a las futbolistas no se las perdona de la misma manera. Ni falta que hace. Ella no necesita perdón porque no hay nada reprochable en su conducta, sino todo lo contrario.

Nunca he sido demasiado aficionada al fútbol y la cantidad de intereses y millones que se manejan me produce rechazo. Hoy, sin embargo, me he vuelto futbolera, porque sé que hay personas como ella que engrandecen el deporte mucho más que el más meritorio de los goles ni el más caro de los fichajes.

Gracias, Paula.