La ministra de Educación, Isabel Celaá, tiene razón: los hijos no son propiedad privada. La propia Constitución así lo establece en el artículo 27/2, afirmando el interés superior de los menores y su derecho fundamental a la educación en el respeto a los derechos y las libertades. Esta es una de las bases de nuestra democracia, que supera a las decisiones e imposiciones que puedan formular sus padres.

De ahí que el pin parental que PP, Ciudadanos y Vox ya han establecido en Murcia, alentando la objeción de los padres a las enseñanzas que querrían rechazar (por lo general de información sexual), no cumple los preceptos constitucionales. Diferentes juristas se han echado las manos a la cabeza ante tal barbaridad que se pretende implantar también en Madrid y en Andalucía, a la espera de que Ciudadanos de su plácet o lo niegue.

Por esa razón, el Gobierno ha anunciado medidas legales para frenar el atropello que la derecha y la ultraderecha han empezado a aplicar. La educación es el sistema más eficaz para prevenir la violencia de género. En España más de un millar de mujeres han sido asesinadas desde 2013; más de medio centenar en 2019; y, en lo que va de año, una joven y su niña de muy corta edad.

Estudios recientes indican que los adolescentes acceden al porno mediante el teléfono móvil con poco más de 14 años, recibiendo una visión deformada de dominación y machismo en las relaciones entre hombres y mujeres.

La educación en respeto a la mujer y a todos; el conocimiento del otro; los valores de la convivencia; la comprensión de la diferencia de los demás y de la suya propia, son aspectos básicos para prevenir barbaridades y para que nuestra sociedad progrese en democracia.  Por todo eso, hay que formar y enseñar a los niños y jóvenes para que crezcan en valores y en consideración hacia todas las personas.

Sabemos que los ultraderechistas de VOX niegan la violencia de género y no que no están lejanos a la justificación, “algo habrá hecho” dicen algunos, cuando una mujer recibe una paliza de su pareja. Para esos individuos formar en sexualidad es algo sucio, y otra posibilidad diferente a la heterosexualidad, una aberración a combatir por métodos coercitivos “de sanación” a los que se dedica con entusiasmo algún obispo de su cuerda como el de Alcalá de Henares, Juan Antonio Reig Plá.  

Lo que dice Vox era de esperar, pero el hecho de que el PP y Ciudadanos apoyen tal postura, conculcando la Constitución de cuya defensa alardean, es alarmante. Si el centro político se perdió, el centro derecha se está diluyendo en la intolerancia y en la intransigencia antidemocrática. Mejor que no sigan por ese camino.