El avance de la ultraderecha continúa y deja a más de media España confundida. Por un lado, están los que creen que mejor no hablar ellos porque lo que quieren es publicidad gratuita. Y por el otro, ¿cómo quedarse callado ante quienes atacan cada día nuestro contrato social?

No hay mayor desprecio que no hacer aprecio, dice un antiguo adagio. ¿Entonces qué hacemos? ¿Miramos hacia otro lado mientras campan a sus anchas? ¿Dejamos de hablar del tema porque la gente se cansa de escuchar siempre lo mismo?

No podemos permanecer impasibles ante un ataque a la democracia como el del pasado viernes en la Fundación Franco. No se entiende que una asociación que hace apología del fascismo siga siendo legal. No se trata de cambiar las leyes, simplemente, hay que cumplirlas. La fundación triplicó su aforo en su cena anual y doscientas personas quedaron fuera: “Este año hubiéramos llenado dos o tres locales como este para homenajear al Caudillo” dijeron los organizadores, según el periódico La Razón. Esta declaración, por sí sola, podría incumplir la Ley de Memoria Histórica, aprobada en la primera legislatura de José Luis Rodríguez Zapatero. ¿Por qué no actúa la Fiscalía? Cuando se quiere, se puede. Y si no, hay que recordar todo lo que hicieron la fundación, los medios afines y los simpatizantes nostálgicos para que no se produjera la exhumación de Francisco Franco del Valle de los Caídos. De nada les sirvió. Porque la ley y la Constitución que nos hemos dado están muy por encima.

Con el fascismo no se discute, se le combate, reza otro viejo adagio. El martes 3 de diciembre se constituirá la Mesa del Congreso y aún no está claro si Vox quedará fuera de la misma. El veto es rechazado únicamente por el Partido Popular. Ciudadanos, como en el caso de la tristemente célebre polémica entre Ortega Smith y Nadia Otmani -víctima de violencia machista-, se posiciona en contra de la formación ultra. Aunque Inés Arrimadas no acaba de creérselo y siga erre que erre con la línea marcada por Albert Rivera, hay señales de cambio en la política de la formación naranja, seguramente auspiciadas por quienes se han dado cuenta de que todo lo que les acerque a Vox, les aleja de los votantes.

El cordón sanitario a la ultraderecha refuerza la democracia. Y si el papel de víctimas les hace crecer aún más, tendremos que preguntarnos qué sociedad estamos construyendo. Por qué, mientras en otros países de nuestro entorno, como Alemania, Suecia o Dinamarca, la responsabilidad ha llevado al centro derecha y al centro izquierda a pactar en contra de los radicales, en España cada uno de los pocos pasos que se dan les otorga más fuerza.

Está claro que si PP y Ciudadanos eligen como campo de batalla la ultraderecha, salen derrotados. Las últimas encuestas marcan una tendencia preocupante: Vox tiende a situarse como segunda fuerza. De momento, Ciudadanos ha marcado un nuevo camino en el Ayuntamiento de Madrid, al reprobar la actitud al secretario general de Vox, Ortega Smith, y podría seguir esa línea en el Congreso. Todo indica que el Partido Popular optará por darse el tiro en su pie, mientras el portavoz de Vox en el Congreso, Iván Espinosa de los Monteros, insiste en dar argumentos sobre su dudosa actuación profesional.

Enric Sopena es Presidente Ad Meritum y fundador de ElPlural.com