Alguien debería explicarle al líder del PP, Pablo Casado, que no estamos en campaña electoral por más que él viva inmerso en una campaña perpetua desde que perdió, varias veces, las últimas elecciones. Lo digo porque, por mucho que se empeñe, y en vez de hacer una labor de oposición útil y leal a los intereses del país, no ceja de hacer todo lo posible por deteriorar las instituciones públicas, con la encendida colaboración de Vox, España 2000, con quienes gobiernan en el municipio de Los Santos de la Humosa, y los presuntos “Liberales” de Ciudadanos, que no pierden ocasión para demostrar que son de derechas, razón por la que están en vías de extinción.

Tras la vocinglera imagen del Congreso Nacional del PP, y con el presunto cierre de filas en torno a su liderazgo, aunque Díaz Ayuso siga tocándole los costados con daga fiorentina, ha apuntado que aspira a gobernar en solitario, si logra imponerse “a la izquierda y al independentismo”, y hacerlo con acuerdos “puntuales” de un “eje o de otro”, a la izquierda o a la derecha. Habla como si hubiera ganado unas nuevas elecciones, para las que quedan al menos dos años, y estuviese en disposición de formar gobierno. Oyéndolo, con su dialéctica belicista, uno parece que escucha hablar de ejes como en la primera o en la segunda Guerra Mundial y, no nos engañemos, los dos sabemos a donde escora su centro de gravedad, y no es, precisamente, hacia los modelos más progresistas de nuestra historia, ni de nuestra política.

Aseguró que “lo de menos son las alianzas que haya que hacer a un lado u a otro porque no habrá alternativa al PP”. Curioso cuando después critica cada pestañeo del gobierno de coalición actual, y los necesarios apoyos de otras fuerzas para aprobar leyes o medidas. Incluso en el hipotético caso de que llegue a ser el candidato a las próximas elecciones, que está por ver, que las ganara y pudiera gobernar, que también hay que verlo, este ejercicio tiene tanto de autoprofecía como de fascista. A él le puede parecer que lo de menos sean las alianzas pero, a la ciudadanía, sí le importan los compañeros de viaje porque determinan, como está sucediendo en Madrid o Andalucía, las políticas que se van a aplicar. Por poner un ejemplo, mientras en Andalucía se despiden a sanitarios y profesores de apoyo contratados durante la pandemia, se desvían fondos públicos para la sanidad y la educación privada, más o menos concertada; en Madrid, por ejemplo, se están desmantelando los servicios y suministración médica de PREP, tratamiento que impide la infección del VIH, y se ha reducido a un solo centro, de momento, para toda la Comunidad “libertaria” de Madrid. Por otro lado, decir que “no habrá alternativa al PP” suena igual que los encendidos discursos de los dictadores de oriente Medio, Nicaragua o Venezuela, a los que las alternativas políticas tampoco les gustan demasiado.

Cuando a Casado se le pregunta por Vox, el partido con el que según todos los sondeos tendrá que pactar para poder gobernar, ha evitado aclarar si considera que esta formación es populista o si la calificaría de radical y ha aludido por el contrario, una vez más, a la radicalidad del Gobierno de Pedro Sánchez. Se atreve a asegurar Casado que el gobierno del PSOE y Unidas Podemos “es el más radical de Europa, más que los de Viktor Orbán en Hungría o que el Gobierno polaco. También que de gobernar él, haría una campaña de pedagogía sobre la democracia en España y contra el Independentismo. Curioso porque, fue gobernando el PP, con Mariano Rajoy, con los que se fugaron los líderes independentistas, que fueron incapaces de ser escuchados en Europa, y que la imagen que de él y su partido se tiene ahora en la Unión, incluso para líderes del peso de la saliente Merkel y su partido, es el de un político que vota en contra de los Fondos de recuperación europeos para España, por tal de lastrar nuestra economía y que deteriore al gobierno actual; de alguien que se abraza con la ultraderecha filosoviética y homófoba, por tanto totalitarista, europea de Hungría y Polonia, a la que le queda un cuarto de hora para asumir las legalidad europea o ser invitada a marcharse, o recibiendo el apoyo físico en su convención del expresidente de Francia Nicolás Sarkozy, condenado por corrupción, temas sobre los que el PP sigue teniendo asuntos judiciales pendientes.

En resumen, que el señor Pablo Casado, el líder más joven del PP, actúa como los conservadores más rancios del final del siglo XIX, con un discurso presuntamente europeísta pero que en sus acciones va en contra de los intereses de progreso de Europa y de España, y que, una vez más, se abraza a los atavismos de los que quieren un país para los del pensamiento único, nacional católico, y en contra de todo lo que sea libertad, progreso y justicia social. Un fiasco al que van a dejar que se estrelle los suyos propios, si no se lo carga antes la señora que llevaba las redes sociales del perro de Esperanza Aguirre. Como de teleserie todo…