Reconozco que estaba expectante; tus apodos siempre me sacan una sonrisa. Pero, la niña del alcornoque, se me ha quedado algo corto. María Guardiola merece algo más. Es como si, teniendo la zurda de Maradona, hubieras optado por jugar de central leñero. Entiéndeme. En fin. Lo sabes bien, diría que es parte de tu encanto: tenemos la obligación de desconcertar. De mirar donde nadie mira. Por eso tus ataques, hoy en antena, me han decepcionado. No te veía repitiendo como una cotorra invasora lo que otras cotorras invasoras dicen de mí. Invasoras de medios, obviamente. No porque me critiques, que es algo honorable, sino por elegir la brocha y no el pincel. Entiendo que no soy el mejor de los lienzos, pero un artista como tú debe serlo todo el rato. Es la dictadura del talento.

Escribo aquí, en El Plural, y salgo en La Sexta, con Ferreras entre semana y con Yélamo los sábados, y también en Canal Sur Televisión con Teodoro León Gross, y siempre me he sentido libre. Aquellos platós son como esas cajas de surtido Cuétara que todos teníamos en casa, cada galleta tiene su propio sabor. Homogeneizar denota cierta pereza. A poco que me hayas escuchado, que es algo que debe preceder a la crítica, sabrás que mis opiniones son porosas, poco partidistas y que son difícilmente identificables con rojos, morados o azules. O al menos eso intento. Voy a mi aire, no llevo cadenas, y me he ganado la manumisión con trabajo.

Y lo sabes tú mejor que nadie. Te cuento: cuando ETA asesinó vilmente a Alberto Jiménez-Becerril y a su esposa, Ascensión García, tú te desplazaste a Sevilla para hacer La Linterna, de COPE, desde allí. Me tuviste todo el programa en directo y, contento con mi labor, preguntaste por mí a los jefes. Te dijeron que aquella era mi última semana en la cadena. Que se acababa mi contrato. Y allí mismo le pediste a mi querido, y extrañado, Andrés Luis Cañadas, director en Andalucía, que no me perdieran. Andrés me mandó a COPE Córdoba. Es algo que te agradeceré toda la vida.

La vida tiene muchas capas. Está llena de idas y venidas. De dulces reencuentros y de silenciosos adioses. Yo no soy jefe de prensa de Guardiola. Ella tiene un extraordinario director de comunicación que se llama Juan Manuel Merchán. Yo trabajo en Rebellious Words, con un equipo maravilloso: con Fernando Matres, que firma en El Confidencial, con Antonio Agredano, que firma en COPE y El Mundo, con José Luis Martínez, que pese a su juventud, tiene una gran experiencia en política, y con mi hijo, Santi Gigliotti, que entre libros y apuntes, se va afilando en esto de la política. Como ves, un Grupo Salvaje que ha logrado, gracias a la mejor de las candidatas, María, poner a Extremadura en el mapa de los temas que queman. Y conseguir un resultado increíble en las últimas elecciones. Un resultado que absolutamente nadie intuía, salvo nosotros, que así se lo repetíamos a María cada mañana. Empate con el PSOE. Ganando ocho escaños. Ellos perdieron seis. Si eso no es un éxito, es que no sé nada de la vida.

Aunque no te guste, la comunicación política existe. No es el arte de la ventriloquía, es algo mucho más complejo que eso. Es escuchar. Es ordenar los mensajes. Es saber qué decir y, por supuesto, cómo decirlo. Y es arropar a los políticos en sus largas y complejas travesías. Estar a su lado abanicando con la toalla, en una esquina del ring, cuando las fuerzas fallan y la ceja sangra. Y estoy orgulloso de mi trabajo, de mi equipo y de las personas con las que trabajamos.

María Guardiola es tan de verdad que escuece. Jorge Buxadé, anoche, en El Cascabel, mandó a la cama a María. Le dijo que descansara, que a lo mejor hoy vería las cosas más claras. Que a lo mejor sólo era cansancio. Son ese tipo de comentarios los que sobran en política, y no la sinceridad arrolladora y auténtica de María. Vox no ha querido negociar, ha querido imponer, maniatar y someter al Partido Popular extremeño y eso es no saber con quién se juegan la vida. Allá cada cual. María es una política íntegra y una mujer auténtica. Su palabra es su patrimonio. Entiendo que Abascal y compañía estén desconcertados. Es una pena. Extremadura pide cambio, pero una de las ruedas del cambio está pinchada. Vox es un lastre para la transformación de esta tierra. Y está bien que alguien se lo recuerde a los extremeños. O se mira por el bien propio o se mira por el bien de los demás. Vox ya ha elegido. Si a esto lo llamas ser rojo, puedes llamarme La Pasionaria si quieres. Pero yo creo que esto es sólo sentido común y dignidad.

Te escucho con cariño y atención, como siempre.

Siempre tuyo, Santiago Martínez-Vares.