Mientras miles de familias andaluzas se esfuerzan para llegar a fin de mes, Moreno Bonilla se gasta miles de euros en lujos: 7.000 euros en diez jarrones decorativos para San Telmo o casi 5.000 euros en un sillón nuevo para el presidente del Parlamento andaluz. Mientras padres piden préstamos para que sus hijos puedan estudiar en la FP privada porque no hay plazas públicas; jóvenes no pueden pagar los alquileres universitarios o las familias recortan gastos ante el inicio de curso… Moreno Bonilla dilapida dinero público.

Moreno Bonilla nunca aparece cuando Andalucía arde en incendios o cuando los hospitales colapsan. Pero para el despilfarro y el buen vivir, siempre es el primero. Ferias, toros, jarrones carísimos y comidas opíparas: esa parece ser la agenda de un presidente que prometió austeridad, pero cuya gestión se ha convertido en un catálogo de caprichos pagados con el dinero de los andaluces.

La vicesecretaria general del PSOE-A, María Márquez, ha denunciado que el presidente de la Junta de Andalucía, Juan Manuel Moreno Bonilla, está destinando miles de euros a lo que califica de “caprichitos” innecesarios, mientras se exigen sacrificios a la ciudadanía.

Moreno Bonilla gobierna más pendiente de los lujos de palacio que de los problemas de la gente. Casi 3.000 euros en auditar la cocina de San Telmo o ayudas de hasta 2.000 euros mensuales a altos cargos de la Junta para alquileres, una ayuda privilegiada mientras para miles de jóvenes es imposible acceder a una vivienda en alquiler.

En junio, la Junta destinó dinero a cenas protocolarias de alto coste: 5.280 euros en una cena, con cortador de jamón de Jabugo incluido, para recibir al vicepresidente de China, Han Zheng; y 5.500 euros en un almuerzo con el presidente de Ecuador, Daniel Novoa. Total: 10.780 euros en dos comidas oficiales, justo cuando Andalucía lidera la pobreza infantil en España. ¡Es intolerable!

También se gastaron casi 20.000 euros en cubrir la estancia y un almuerzo-coloquio del Gabinete Jurídico de la Junta en Cádiz, más otros 7.425 euros en jornadas similares en Sevilla. Todo mediante contratos menores, con poco control y transparencia. Como si el dinero público fuese un pozo sin fondo para agasajar a los suyos.

Mientras tanto, el personal sanitario trabaja con contratos precarios, se autorizan gastos como 3.000 para asesorar la cocina de San Telmo o 280 euros por una funda de tablet con teclado -mucho más caro que lo que pagaría un ciudadano común-. Y por si faltara, se gastaron más de 60.000 euros en botellas de vino y brandy de Jerez bajo el pretexto de “promoción” y “atención protocolaria”.

También hubo caprichos deportivos: casi 20.000 euros para viajar a Polonia con cinco acompañantes a ver la final europea del Betis. Tres días de turismo político que equivalen al salario anual de un trabajador medio en Andalucía. Cada euro que se gasta en lujo es un euro menos para sanidad, educación o dependencia.

Moreno Bonilla dijo que la sanidad pública no es sostenible con el aumento de la esperanza de vida. Lo que no parece preocuparle es su propio tren de vida a costa del dinero público. No hay recursos para mejorar hospitales, contratar profesores o aumentar ayudas de dependencia. Pero siempre hay presupuestos para decorar palacios, banquetes de lujo o mantener una corte política ostentosa.

Su ausencia durante los incendios de este verano ha intensificado la indignación política. En esos momentos críticos, Moreno Bonilla desapareció, para reaparecer muchos días después en ferias, toros y actos de autopromoción en lugar de estar en la primera línea junto a bomberos y vecinos afectados.

Aunque destina cantidades indecentes en publicidad y propaganda para tratar de dar la imagen de un presidente campechano, la realidad es que se ha instalado en una vida de lujos impropia de un servidor público. A falta de gestión, ostentación. A falta de soluciones, propaganda. A falta de servicios públicos, jarrones y banquetes.

Una de sus grandes promesas fue acabar con los “chiringuitos”. Hoy sabemos que mintió. Mientras se recortan recursos para sanidad o educación, se multiplican los cargos de confianza y se pagan alquileres, viajes y comidas fastuosas con el dinero de todos. Moreno Bonilla no ha desmontado los chiringuitos: los ha convertido en palacios de caprichos. Y lo ha hecho con una impunidad que le da gobernar con mayoría absoluta y a golpe de decreto.

Imaginemos por un momento la vida de una familia andaluza media. El padre espera desde hace meses una operación que se retrasa una y otra vez por falta de quirófanos abiertos. La madre trabaja en un colegio que necesita urgentemente reformas, pero la Junta no destina presupuesto. El hijo mayor quiere estudiar una FP, pero no hay plaza pública y tiene que matricularse en una privada con un préstamo familiar. El pequeño necesita refuerzo educativo, pero las aulas de apoyo se han reducido.

Ahora imaginemos la vida en San Telmo: Jarrones nuevos en los pasillos, auditorías de cocina, cenas de miles de euros y viajes a Polonia para ver el fútbol. Ese contraste explica mejor que mil discursos por qué la indignación de los andaluces y andaluzas crece cada día.

El dinero de los jarrones podría destinarse a abrir plantas hospitalarias cerradas. El del sillón de más de 4.000 euros, a contratar más médicos de familia. El de los banquetes, a reforzar las infraestructuras educativas. El de los viajes, a financiar alquileres para jóvenes. Cada euro malgastado en San Telmo es un euro robado al futuro de Andalucía. El problema no es la falta de recursos, sino las prioridades. Y las prioridades de Moreno Bonilla son claras: primero sus caprichos, después, si sobra algo, los andaluces.

Porque Andalucía tiene recursos. Lo que no tiene es un gobierno que los gestione pensando en la mayoría. El problema no es solo de austeridad, sino de prioridades. Y hoy la prioridad de Moreno Bonilla no son los andaluces, son sus caprichos. ¿Hay derecho a que las familias se endeuden para pagar estudios, seguros o alquileres, mientras el presidente malgasta en adornos, cenas y viajes? ¿Hay derecho a que se cierren plantas de hospitales mientras se estrenan sillones ostentosos nuevos? ¿Hay derecho a que se recorten servicios públicos mientras se pagan alquileres de lujo a altos cargos?

Andalucía merece un gobierno serio, responsable y comprometido con su gente. No un presidente que juega a ser rey en San Telmo, que promete austeridad y practica la ostentación. Los ciudadanos tienen la palabra: resignarse a que su dinero se vaya en caprichos o exigir que vuelva a invertirse en lo que de verdad importa -sanidad, educación, vivienda y futuro-.

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