La irresponsabilidad se ha hecho dueña del discurso de la derecha. La época Casado, intentando anular la ascensión de Ciudadanos y de Vox, ahonda en la polarización y en la confrontación.

Una radicalidad que recientemente ha dado lugar a patéticas intervenciones, como la de la exministra Isabel García Tejerina menospreciando a los niños andaluces; o también la del otro día de la anterior titular de Sanidad y actual portavoz del PP en el Congreso, Dolors  Monserrat, que en su afán irrefrenable y desquiciado de despotricar contra el actual Ejecutivo, acabó haciendo una intervención demencial en la última sesión de control, recurriendo a una especie de superposición de telegramas de improperios, lanzados en frases ininteligibles, dejando boquiabiertos incluso a los suyos.

La misma exministra de Sanidad que este fin de semana nos ha regalado la píldora de que en Valencia y Baleares, el PSOE apoya posiciones independentistas. Ya no se conforman con haber incendiado Cataluña; una estrategia que ya mostraron recientemente en el debate de una iniciativa en el Senado, atacando la gestión que hacen estos gobiernos de la lengua catalana, tildándola de pro separatista, obviando hipócritamente que en Galicia se hace una gestión parecida con la lengua gallega.

Populismo que mezcla mentiras y soflamas ultranacionalistas, como la de su nuevo jefe, erigiendo al Partido Popular en el único garante de la unidad de España en su reciente alusión a la Hispanidad, recuperando un discurso viejo,  autoritario e imperial, cuyo uso tiene precedentes en el pasado siglo de triste recuerdo.

De esto va el populismo, de salvadores de patrias, de dividir y polarizar la sociedad en amigos y enemigos, buenos y malos, los nuestros y los otros; catalogando entre estos últimos a cualquiera que piense diferente; inventando teorías de la conspiración, haciendo trizas el debate razonado; deteriorando el debate político a base de convertirlo en un barrizal de sentimientos airados y en un campo de batalla.

Populismo que mezcla mentiras y soflamas ultranacionalistas erigiendo al Partido Popular en el único garante de la unidad de España en su reciente alusión a la Hispanidad

Unas intervenciones que responden a una competición con Ciudadanos y  Vox; que no se quedan atrás si uno recuerda a Arrimadas envuelta -como si fuera solo suya- en la bandera española en el Parlamento de Cataluña,  o a ella y Albert Rivera alimentando la confrontación en las calles descolgando lazos; imágenes ambas impropias de políticos que debieran dar ejemplo de sensatez democrática.

De Vox, poca cosa podemos destacar; quizás mencionar que es muy preocupante que el líder del Partido Popular nos diga que comparte muchos de sus postulados. Sin duda, un acicate para que la ultraderecha siga creciendo dentro y fuera del PP.  

Convendría que el Partido Popular y Ciudadanos hicieran un esfuerzo de contención y mostraran más tolerancia hacia los adversarios, dejando de inspirar guerras verbales que intentan situar a los que piensan diferente fuera del sistema. Valdría la pena que evitaran sentenciar y dar lecciones, y practicaran la prudencia y la mesura democrática que demandan estas deliberaciones.

Así pues, sería de agradecer que la derecha deje de echar leña al fuego y entienda que la democracia implica ponerse en el lugar del otro, atender a la diversidad, dialogar, admitir que puede haber personas que piensen diferente. Del mismo modo, sería loable que baje la temperatura del debate, no vaya a ser que para arañar unos cuantos votos, acabe resucitando todos los viejos monstruos.