España se juega mucho este próximo domingo. Mientras se pone el foco de la campaña en una errata del presidente en funciones, Pedro Sánchez, durante una entrevista, se está produciendo un ataque a muchos periodistas, sin precedentes en nuestra democracia.

Todos nos equivocamos, los periodistas los primeros. El presidente ya ha rectificado, pero su declaración sobre la Fiscalía sigue en el centro de atención. Al mismo tiempo, no parece interesar demasiado la ofensiva contra los profesionales de la información. Como si el hecho no fuera lo suficientemente grave. 

Barcelona amaneció ayer con unos carteles pegados en muchos escaparates. En ellos, se ven las fotos de seis periodistas catalanes, a los que se les tilda de terroristas de la información. Los periodistas aludidos son Xavier Sardá, Mayka Navarro, Estefanía Molina, Joan Guirado, Xavier Rius y Laura Fàbregas. Se les señala, se les acusa y se les exige que no vuelvan a Cataluña. Los carteles son anónimos, en coherencia con la cobardía de quienes los hayan imprimido y pegado.

Al mismo tiempo, Vox ha decidido vetar a los periodistas del diario El País y de la Cadena Ser. Algo que no es novedoso, ya que, en la campaña anterior, nuestro periódico El Plural, junto con otros medios, también fue víctima de ese mismo veto.

Es el momento de cerrar filas. Pero no solamente entre los periodistas, sino entre los demócratas. La libertad de información es uno de los pilares en los que se sostiene nuestro sistema, y el ataque a los periodistas es un ataque a toda la sociedad.

La intolerancia, el pensamiento único y el afán de censura no son propios de estos tiempos. Tiempos en los que han logrado dividir al periodismo, cuando deberíamos ir todos a una. En 1971, acabé en los calabozos franquistas por trasladar al periódico francés Le Monde, por medio de mi amigo, el ya fallecido corresponsal en Madrid, José Antonio Nováis, la información de la aparición de un movimiento clandestino antifranquista, que iba ganando terreno. Fui liberado gracias a la presión de los colegas que se manifestaron en la calle durante tres días.

Hoy vivimos en democracia y tenemos la posibilidad de alzar nuestra voz sin que nuestras vidas y las de nuestras familias corran peligro. Quizá por eso es que la reacción sea tan tibia ante semejantes ataques. Creemos que ya nos viene todo dado, que la libertad no se logra ni se conquista con esfuerzo, que es algo natural. Así es como nos comen el terreno, mientras parecemos anestesiados ante una realidad que debería ser inaceptable.

En democracia no puede haber vetos ni periodistas señalados con una diana. Si no se corta esto de raíz, cuando queramos hacerlo, será demasiado tarde.

Enric Sopena es Presidente Ad Meritum y fundador de ElPlural.com