"Siento defraudarles pero yo he venido aquí a hablar de educación y de las reformas que necesita España", contestó Albert Rivera cuando los periodistas le preguntaron sobre el acto del partido ultraderechista Vox, que había llenado el Palacio de Vistalegre, en Madrid. Una cosa hay que agradecerle al partido de Santiago Abascal: provocar que el líder naranja haya dejado de lanzar, por un día, soflamas con su ‘monotema’ de Cataluña, de banderas y de patrias, y haya decidido hacerlo sobre los problemas del día a día de los españoles.

Quizá el líder de Ciudadanos se había asustado ese día porque había visto asomar la pata al monstruo que tiene un origen inmediato y de la que él es, en parte, responsable: la lucha sin cuartel entre Pablo Casado y Albert Rivera por la hegemonía en la derecha española. En esa lucha vale todo, no hay límites, ni siquiera los de las reglas de la convivencia democrática y social.

El Partido Popular y Ciudadanos se encuentran en una competición por quién utiliza más la palabra España, pero sin pensar en los españoles y españolas. Hablan de símbolos, de colores nacionales, incluso elevan conceptos como el de la hispanidad al ranking mundial. No tienen freno. Y todos los que no comulgamos con este discurso no somos patriotas. En otros tiempos nos habrían calificado de “traidores”, pero por fortuna, esos tiempos ya han pasado.

Sin embargo, como se pudo observar en Vistalegre, hay todavía miles de personas que miran a esos tiempos pretéritos con nostalgia, y encaran el futuro con una mezcla de agresividad, furia y odio que resultan muy preocupantes. Este monstruo llevaba muchos años dormido en España, y los últimos datos demoscópicos nos advierten de que acaba de abrir un ojo interrumpiendo su letargo. No se ha levantado aún, porque su apoyo a nivel nacional no superaría un diputado en el Congreso, pero ya es un diputado más que hace unos meses.

Ese monstruo ha abierto un ojo porque le ha despertado el ruido de la pelea entre las derechas. Para ellas, solamente cuenta el número de votos que son capaces de arañarse la una a la otra. Las consecuencias para el conjunto de la sociedad les son indiferentes.

Así, por ejemplo, se despierta al monstruo cuando se fomenta que el tema del verano sea la llegada “descontrolada” de inmigrantes a nuestras costas, cuando, en realidad, no existe tal avalancha.

Se despierta al monstruo cuando se dedican páginas y páginas a exagerar cualquier discusión de vecinos sobre lazos amarillos.

Y se despierta al monstruo cuando se exageran las cifras de delincuencia cuando estamos en mínimos históricos. Porque muchos ciudadanos pueden pensar que estamos siendo invadidos por hordas de potenciales delincuentes, en Cataluña están al borde de la guerra, y en nuestras calles reina el caos. Y esto también es alimento para el crecimiento de la ultraderecha, porque como ha dicho el líder de Vox en los medios de comunicación, “Pablo Casado legitima nuestro discurso”.

La deslealtad de Casado

La loca carrera entre las derechas por alcanzar el poder les lleva a realizar todo tipo de actuaciones y de decir cualquier cosa para tratar de superarse la una a la otra. En los últimos días estamos siendo testigos de cómo tratan de explicar a sus seguidores por qué es importante decir ‘no’ a unos presupuestos generales del Estado que quieren mejorar la calidad de vida de la ciudadanía. Las derechas compiten en su afán por tratar de convencer de que, por ejemplo, no es bueno para España que el salario mínimo suba a los 900 euros, que se elimine el copago farmacéutico beneficiando a cinco millones de pensionistas, o que se suban las becas a los estudiantes. Sí, son unos monstruos. ¿Cuál es su alternativa? Sí, esa; recortaban desde el Gobierno y quieren recortar desde la oposición

Incluso son capaces de llegar a la más grave contradicción para alguien que se considera un patriota, que es ser desleal con su Estado y su ciudadanía. Eso es lo que ha sido el líder del PP cuando decidió montarse en un avión para pedir a gobiernos extranjeros que tumben los presupuestos generales de su país. Inaudito para alguien que dice amar a España: ir a Bruselas para sabotear a la misma España. Una monstruosidad para alguien que ha llegado a decir que “la Hispanidad es la etapa más brillante del hombre junto al Imperio Romano”.

Igual que la famosa estampa de Goya, El sueño de la razón produce monstruos, el de las derechas de España está provocando un torbellino que ni ellas mismas controlan ya. Su propio sueño está empezando a atraparlas. Esperemos que con tanto alboroto, el monstruo de la ultraderecha no acabe por levantarse y por provocarnos pesadillas a todos.