No me canso de decirlo. Una nunca deja de aprender. Y el otro día aprendí un concepto tan interesante como cierto. Algo que no sabía y que me hizo reflexionar. Y que hoy comparto con la intención de que haga reflexionar a otras personas, conocieran ya el término o no.

Se trata del “acantilado de cristal” y que, en referencia a la incorporación de las mujeres a cargos públicos, va mucho más allá de los ya conocidos “techo de cristal” -o de cemento- o “suelo pegajoso”, que hacen una visual e ilustrativa referencia a lo que ocurre a las mujeres una vez conseguimos incorporarnos al mundo laboral y funcionarial: somos muchas en la base de la pirámide, pero vamos desapareciendo conforme se va ascendiendo peldaños hasta llegar a tener una presencia anecdótica, si se tiene, en las cúpulas.

Según la Wikipedia, el acantilado de cristal “es el fenómeno mediante el cual las mujeres en puestos de liderazgo, como las ejecutivas en el mundo empresarial y las candidatas a elecciones políticas, tienen más probabilidades que los hombres de alcanzar puestos de dirección durante períodos de crisis o recesión, en los que la probabilidad de fracaso es mayor”. Una realidad en la que nunca había caído, y que, tirando de ejemplos, queda evidenciada. Tal vez el más reciente y conocido sea el de Theresa May en Reino Unido, pero no es el único.

Fue precisamente en Rino Unido donde en 2004 se acuñó este término, también conocido como “precipicio de cristal”, por los investigadores en psicología Michelle K Ryan y Alexander Haslan, que apoyan su tesis con convincentes datos estadísticos.

Pero, como decía antes, me interesaba no tanto la constatación de los datos, sino la reflexión sobre los resultados. ¿Por qué a las mujeres les es más fácil acceder al poder cuando el puesto es dificultoso o está devaluado? ¿Quién decide arrojarlas por ese precipicio y por qué ellas no ven el peligro o, viéndolo, lo ignoran? Pues ahí está el quid de la cuestión. Y la respuesta no es, desde luego, ni fácil ni unívoca.

Es evidente que ahí hay un componente tramposo que no sé si viene directamente de la mano del patriarcado, pero sí que tiene mucho que ver con el machismo. Quienes se resistían con uñas y dientes a la entrada en determinadas cúpulas de las mujeres acaban cediendo, en teoría, pero lo hacen en el momento en el que la afectada puede estamparse, lo cual proporcionará más argumentos para vetar la entrada a las féminas en un futuro. De modo que lo que aparecía como una oportunidad se convierte en todo lo contrario.

No sé si es así en todos los casos, pero ocurre. Y es otra de esas construcciones que nos impiden ser cada vez más iguales. Pensemos en ello.

SUSANA GISBERT

Fiscal y escritora (@gisb_sus)